El negro
es un color
El negro, como color,
tiene el mismo derecho que los otros colores: el amarillo, el azul,
o el rojo.
Los Orientales han empleado el negro como color, sobre todo los japoneses
en las estampas. Más cercano a nosotros, tengo presente un cuadro
de Manet, en que recuerdo que la chaqueta de terciopelo negro del hombre
joven con sombrero de paja es de un color negro franco y luminoso.
En el retrato de Zacarías Astruc, hecho por Manet, hay una nueva
chaqueta de terciopelo también expresado por un negro decidido
e intenso. |
El camino del color
El color existe en
sí, posee belleza propia. Fueron los géneros japoneses
que compràbamos por monedas en la rue du Seine, los que nos lo
revelaron.
Comprendí, entonces, que se podía trabajar con colores
expresivos, que no son obligatoriamente colores descriptivos. Por cierto,
que los originales eran sin duda decepcionantes. Pero la elocuencia
¿no es acaso màs poderosa y más directa cuando
los medios son más burdos? Van Gogh también se entusiasmaba
con aquellos géneros japoneses.
Una vez liberado el ojo, limpiado por las telas japonesas, me sentí
preparado para recibir verdaderamente a los colores en función
de su poder emotivo. Si admiraba instintivamente a los primitivos del
Louvre, y después al arte oriental, en particular la extraordinaria
exposición de Munich (1910), fue porque encontré allí
una nueva confirmación. Las miniaturas persas, por ejemplo, me
mostraban toda la posibilidad de mis sensaciones. Yo podía volver
a encontrar en la naturaleza cómo esas sensaciones deben venir.
Por lo accesorio, este arte sugiere un espacio más amplio, un
verdadero espacio plástico. Eso me ayudó a salir de la
pintura intimista.
La revelación, pues, me vino del Oriente. Fue años más
tarde cuando comprendí y me emocionó la pintura bizantina
frente a los iconos de Moscú (1911). Uno se libera tanto más
cuanto ve esfuerzos conformados por una tradición, por antigua
que esa tradición sea. Y ella nos ayuda a saltar el foso.
Había que salir de la imitación, incluso de la imitación
de la luz. Se puede provocar la luz por la invención de colores
lisos, como se estila con los acordes musicales. Yo empleé el
color como medio de expresión de mi emoción y no como
elemento de transcripciòn de la naturaleza. Utilizo los colores
más simples. Yo mismo no los transformo. Son las relaciones que
se establecen quienes se encargan de hacerlo. Se trata solamente de
hacer valer las diferencias, de hacerlas resaltar, de acusarlas. Nada
impide componer con sólo algunos colores, la música fue
elaborada únicamente sobre siete notas.
Basta con inventar signos. Cuando se siente auténticamente a
la naturaleza, se pueden crear signos que establezcan una equivalencia
entre el artista y el espectador.
En los primeros ballets rusos, Bakst ponía enormes cantidades
de color. Era magnifico, pero sin expresión. Porque no es la
cantidad lo que cuenta, sino la elección, la organización.
La única ventaja que se obtuvo fue que el color, súbitamente,
tuviera carta de ciudadanía y entrada hasta en las grandes tiendas.
A pesar de nosotros mismos, hemos hecho esa elección; fue imposible
escapar a ella, era una fatalidad. Por eso, la elección del color
representa tan profundamente el espíritu de una época.
Pero no hay necesidad de quedarse en eso, hay que avanzar, continuar,
ir mas lejos…
Textos
y notas redactadas por Dominique Fourcade
Editorial: Emecè Editores
Impreso en Argentina 1977
Pág.: 257 a 259
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