ESTETICA DE LA COTIDIANEIDAD
Viviana Burbridge
No solamente las situaciones emocionales y afectivas influyen y condicionan nuestro estado de bienestar o desagrado. También las características físicas del entorno determinan la posibilidad de ejercer armónica o disarmónicamente nuestras actividades.
Más allá de las condiciones esenciales mínimas que hacen que un espacio pueda ser considerado habitable y que, desgraciadamente, aún no están aseguradas a toda la humanidad, hay otras condiciones que poco tienen que ver con el dinero, la belleza o el lujo, que están referidas a la estética desde el punto de vista de la armonía.
Si bien esta evaluación es relativamente personal, subjetiva y variable, en todos los casos tiene que ver con sentirse a gusto -física, sensitiva y emocionalmente- rodeado o, aún mejor, contenido por un entorno de color, forma, aroma, sonido e iluminación que no nos provoque la necesidad de huir, sino todo lo contrario.
Las plantas, que suelen ser un ejemplo de adaptación, no sólo decaen por excesos o carencias de agua y luz, ataque de bacterias, etc.. Si el lugar en que se las instala le es adverso: se marchitan. ¿Ocurre lo mismo con las personas?...
Ha habido profundos cambios sociales y económicos. Al ser estimulado el consumo, pero con una economía en crisis, sólo se puede seguir vendiendo si los productos son menos durables y más económicos.
Entonces, los sillones ya no son de terciopelo de algodón, ni siquiera de pana sintética, y mucho menos de cuero. Se hacen de telas muy económicas como la arpillera, el lienzo, o de plástico. Los cortinados, que requerían metros y metros de costosas telas, han sido reemplazados por diseños muy sencillos y, a veces, hasta son de papel, fabricado con materiales de calidad inferior.
Las finas copas, los vasos y los elaborados jarrones de cristal, soplado o tallado artesanalmente, han sido reemplazados por otros de tosco vidrio común o plástico. Los platos de porcelana pasaron a ser de cerámica, losa o, directamente, melamina. Y los muebles!... Los ebanistas pasaron a ser una especie en extinción, las decenas de etapas de fabricación de un mueble realizado del modo más exquisitamente artesanal, se redujeron al mínimo. Calidad del material, terminación, detalles interiores: desaparecieron. Del mismo modo, también va desapareciendo el arte-oficio y sus maestros.
Podríamos seguir enumerando los cambios que, por otra parte, exceden la mera decoración. Sin embargo, lo que verdaderamente importa es el aspecto humano, y lo que debe ser preservado es la posibilidad de estar a gusto en el espacio que uno habita. Es desde ese punto de vista que subrayamos que, afortunadamente, en los últimos tiempos se han difundido, a precios muy accesibles, objetos de uso cotidiano con muy buen diseño. De hecho, una vivienda puede decorarse con costos muy inferiores a los de otras épocas, sobre todo porque la tendencia es más despojada y los materiales más sencillos.
Esta reflexión no contradice la anterior, porque es muy interesante que se valoricen los espacios con pocos objetos de diseño más sencillo, estratégicamente ubicados, inteligentemente iluminados. Pero no porque esté de moda, sino porque el centro de un espacio debe ser el hombre y no los objetos, porque quien lo habita tiene oportunidad de ejercitar su ingenio para hacer acogedor un espacio.
Ese espacio no es más que una caja, en el barrio más caro o el más popular, en la que deberá disponer lo que pueda, pero del modo que más le guste. Saber que conserva su capacidad de decidirlo y su libertad de modificarlo no es todo lo que una persona necesita, pero es esencial para sí mismo. Queda siempre un rincón de libertad y es positivo poder ejercerla.