Relato autobiográfico
LOS CINES DE MI PUEBLO
Jorge Arturo Burbridge (1913-1990)
El autor evoca los mágicos momentos vividos en el cine.
Nos lleva a conocer lugares, momentos y personajes de su infancia, adolescencia y juventud
en la ciudad de Lobos, provincia
de Buenos Aires. |
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CINE LOBOS
PRIMERA ETAPA
La primera etapa del Cine Lobos transcurrió en la sede de la Sociedad Española -Castelli y 25 de Mayo, con acceso por ésta. El edificio, que todavía existe, posee la solidez característica - de los que se construían a principios de este siglo (XX) e incluso con anterioridad, y es sobrio y de buen gusto.
Además de la sala propiamente dicha -amplia y con un escenario para representaciones si mal no recuerdo -el edificio contaba con otras cómodas dependencias: secretaría, una habitación grande, un patio cerrado con vidrios y otros dos, abiertos; el de más atrás poseía un portón de hierro forjado sobre la calle Castelli.
A principios de la década del veinte, don Nicolás Maestropiedra alquiló la sede mencionada y se constituyó en el empresario del Cine Lobos.
O yo he perdido la memoria -¿por qué no?- o los Cines funcionaban sólo los domingos en aquellos tiempos. Tarde y noche, claro. Una bomba de estruendo -mortero, bomba, mecha, pucho, encendido, chisporroteo... ¡PUM! - le recordaba al vecindario que el Cine existía y que el comienzo de la función era inminente.
Sillas comunes, con asiento de esterilla, constituían la platea. Sólo había platea. Sobre la pared del fondo del escenario, el cuadrado blanco de los milagros: la pantalla.
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La cabina del operador estaba emplazada, diría improvisadamente, en el otro extremo de la sala, por supuesto. Se trataba de un cuarto pequeño, de madera; tenía dos aberturas cuadradas a su frente: uno para que el operador pudiese controlar la perfección de su trabajo, y otro para la proyección de las imágenes; de éste, cuando la sala quedaba a oscuras, partía un haz de luz lechosa que la recorría longitudinalmente; comenzaba, breve, detrás de la lente del proyector, y se ampliaba poco a poco durante el trayecto hasta cubrir exactamente la superficie del cuadrado blanco que la recibía. Por ése camino de luz transitaban, obviamente, las imágenes de las películas. A veces, minúsculos insectos atravesaban raudamente el poderoso haz; parecían pequeños aviones ... El proyector producía un ruido monótono y bastante perceptible; era "el ruido del biógrafo" ;quizá por ello no molestaba. Para entender esto tal vez resulte oportuno señalar que se trataba de películas mudas.
El Cine Lobos contaba con la exclusividad de las cintas de la Fox Film y los “cow-boys" de la Fox Film eran, entre otros, nada menos que Tom Mix y Charles (Buck) Jones… A veces, incluso el propio William Farnun -un gran actor- incursionaba por género.
TOM MIX Y BUCK JONES
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Mi predilecto era Buck Jones. Dicho así, tan sencilla y brevemente, parecería que las palabras sólo traducen cuanto estrictamente expresan… ¡Qué esperanza! Puedo afirmar que mii predilección por Buck Jones, a los 9 o 10 años de edad, no cabía en mí. Habría dado la vida por él; hubiese puesto mis acaso treinta kilos de pibe flacuchín delante de su cuerpo para recibir, en su lugar, la bala disparada por el "bandido" de turno... Le debo a esa idolatría todos los puñetazos recibidos en mis refriegas callejeras con aquellos chiquilines que seguramente también vivían con su Tom Mix o su propio Buck Jones en el corazón. Recuerdo que sobre la calle Castelli, todos los domingos se producían numerosas grescas al finalizar la función vespertina. Dar o recibir un poco más o un poco menos, no tenía importancia. Bastaba dar satisfacción al héroe que había creado en cada uno la película que terminábamos de ver.
Todas las noches, , cuando me acostaba, hacía esfuerzos sobrehumanos para evitar el sueño pesado que me aproximaba el cansancio de largas y activas jornadas de fútbol callejero.
Es que me gustaba -¡y cómo! - en el silencio y la oscuridad del dormitorio, ser un héroe a "su" medida: salvar a la muchacha; saltar, montado en un caballo blanco, de una montaña a la otra, esos dos metros que daban al abismo. Lamentablemente, siempre fueron breves, brevísimas, esas películas de la cuales yo mismo era el argumentista y el actor principal.
Siempre las interrumpía el sueño que el cansancio -repito- acostaba en mi misma cama todas las noches. Nada podría convencerme de que no fueran aquellos sueños los que le hicieron a mi infancia el más trascendente, limpio y mejor regalo.
Después; después también seguí con los sueños -esos de morir un poco todas las noches y muchas veces- parte del día, y con los otros, claro: los que todavía ahora me colocan por encima de las miserias de este complicado mundo.
Se pasaban tres películas: una corta, cómica; una del oeste y otra "dramática", como se las denominaba entonces, sin reparar mucho en el género.-Sin embargo, a nosotros, los chicos, las películas de fondo, con muchos besos, no nos importaban un pito. Hubiésemos visto tres veces seguidas la de “cow-boy" .Ello no impide, naturalmente, que recuerde a la actriz más importante. de las películas serias de aquellos dichosos años en el Cine Lobos: Perla White.
Pearl White
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Cuando comenzaba la función --tarde o noche-- siempre quedaban en las adyacencias de la boletería unos cuantos chiquilines... Eran los que no tenían la moneda "para la entrada". Casi siempre, salvo alguna nueva, agregada, se trataba de las mismas caras.
Don Nicolás atendía personalmente la boletería: una mesa atravesada en el vano de la puerta de acceso a la secretaría.
Don Nicolás no sonreía jamás … Parecía por ello imposible que se produjera "el milagro" ...pero en una de ésas, sin :perder su infalible seriedad y sin pronunciar una sola palabra, movía la cabeza casi simultáneamente hacia él costado y hacia atrás, se ponía de pie, corría la mesita y los chiquilines pasaban un poco avergonzados dos por la mencionada secretaría y otra habitación contigua, atravesaban un amplio "jol" y se introducían en la sala por una, puerta lateral ... El milagro, ese milagro, se repetía todos los domingos ...
Yo no tuve ni tengo -- fuera del-que menciono precedentemente-- elementos de juicio para juzgar a don Nicolás Maestropiedra, pero me asisten razones suficientes, creo, para afirmar que detrás de ese gesto de por lo menos aparente- severidad que le caracterizaba, palpitaba un corazón blando... No es poca cosa, ¿verdad?
El 1º de agosto de 1924 quedé pupilo en la escuela salesiana de Uribelarrea. Allí permanecí hasta fines de 1925, contra mi voluntad, afirmo. Ello no indica que los padres salesianos me tratasen mal; por el contrario, eran, acaso, demasiado buenos, pero aquello no era para mí... Conceptos que uno tiene, incluso a los 11 o 12 años, sobre cosas tan importantes como la libertad y la religión...
Cuando regresé a Lobos definitivamente, el Cine Lobos ya había dejado de funcionar en el edificio de la Sociedad Española.
Paso, pues, a la…
SEGUNDA ETAPA
¿Usted recuerda quién era Magde Bellamy? Probablemente no, pues para recordarla resultan indispensables dos factores: que usted haya sobrepasado con cierta holgura el medio siglo de vida y que, además, tenga buena memoria. Y aun así, resulta difícil ... ¿Se da por vencido? Magde Bellamy era actriz de cine.
Don Nicolás Maestropiedra ya había trasladado el Cine Lobos de la sala de la Sociedad Española a la Cancha de Pelota a Paleta sita en la Calle Ministro Brin (hoy Cardoner), vereda oeste, entre Roma (hoy Hiriart) y 9 de Julio. El acceso a la sala pasó a ser compartido con el que ya poseía para su sede social el Newbery F.O., sobre la mencionada calle 9 de Julio. Al fondo de un largo pasillo, casi sobre la entrada a lo que era ya "la Sala", quedó instalada la boletería. En ella estaba siempre don Nicolás con el nacimiento de sus cejas hacia arriba, en un gesto muy pronunciado y muy particular.
Sobre una de las paredes del largo pasillo mencionado -medianera de la finca que a la sazón ocupaba con su familia el vecino don Antonio Costa – se colocaban los afiches y los clásicos "cuadritos" de las películas de exhibición inminente.
Entre tantos afiches vistos a lo largo de mi infancia, adolescencia y primera juventud, ninguno - jamás sabré por qué- quedó tan fijamente grabado en mi memoria como aquel que, con la fotografía del rostro de la estrella -Magde Bellamy- , anunciaba la exhibición de la película “Mechita, la chica 1926". Magde Bellamy era una joven morocha y lucía, además de un buen par de ojos grandes y negros, una fresca belleza. Eran los tiempos en que ésta, la belleza, por sí, solo por sí, justificaba el estrellato.
Magde Bellamy
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La cancha de pelota quedó muy bien adaptada para afrontar su nuevo e insólito destino: sala para exhibiciones cinematográficas y, ocasionalmente, espectáculos teatrales o deportivos (boxeo). La pantalla y el escenario se instalaron en la zona correspondiente al frontón de la cancha, "de espaldas" - digamos- a la calle Ministro Brin. El sector superior, ya existente y bastante amplio, se utilizó, sin modificaciones, como "paraíso"; sólo con ..... las divisiones pertinentes, la parte media -ya existente, también-se convirti6 en los "palcos altos", y se añadieron , mediante los correspondientes trabajos de albañilería y carpintería, los "palcos bajos". Estos, es decir, los palcos bajos y altos, ocupaban sólo una de las paredes laterales, ya que fue preciso aprovechar, lo más racionalmente posible la estructura clásica de la cancha de pelota.
El cine sonoro era, aún, un milagro imprevisible del futuro. Al pie del escenario, la masa negra de un piano con quién sabe qué misteriosa historia, compartía con las instalaciones una constante permanencia. De ese piano, Ada Peressini, primero, y luego Luis María Maestropiedra (Cuti) -mi buen amigo de la infancia, fallecido hace no mucho tiempo--extrajeron antiguos tangos y valses, acompañados por otro amigo: Juancito Manganiello, violín, y-no recuerdo cuanto Herrera, bandoneón, entre otros. Los conjuntos típicos - tríos o cuartetos, generalmente- actuaban en todos los cines y el Cine Lobos también tenía el suyo… ¿Por qué no?
Allí actuó, con gran éxito, en diversas ocasiones, la compañía teatral del actor Javier Risso (pariente de los Risso de Lobos) , cuya primera figura femenina –Ester Da Silva- obtuvo, desde su "debut", el favor del público; era una excelente actriz dramática.
Con sus guitarristas Pagés, Pesoa y Maciel, Ignacio Corsini lució sobre aquel escenario, más de una vez, su gallarda estampa y sus reconocidas aptitudes de intérprete del cancionero popular.
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También Julio Mocoroa, el extraordinario pugilista profesional platense, prematuramente desaparecido, realizó allí una aplaudida exhibición; y Francisco Vistalli y Luis Urquiola, dos buenos valores del boxeo local (aquél radicado entonces en la Capital Federal), realizaron en diversas oportunidades magníficas confrontaciones, siempre con gran afluencia de públíco ; Vistalli pertenecía a la categoría “gallo” o "pluma" ; Urquiola a la categóría "pesado”. Tantos años después -pongámosle 55 para redondear- recuerdo que Francisco Vistalli (amateur) disputó la final de una selección Con Luis Pallone en Buenos Aires. Perdió por “puntos, ahí nomás ". Esto lo leí, entonces, en el diario "La Nación", lo cual subrayo para que quede bien en claro que Francisco Vistalli fue "alguien" en el pugilismo argentino, cuando en éste abundaban figuras de gran calidad.
En ese pequeño escenario actuó, asimismo, una compañía de revistas que dirigía Antonio Daglio. Antes de 1930 -- Y aún después, bastante después-- un espectáculo de esta índole, tan especial, constituía en nuestro medio un buen motivo para producir los comentarios.- En ello radicaba, sin dudas, la principal atracción de la citada compañía… ¡Si lo sabrían don-Nicolás Maestropiedra y Antonio Daglio! Las estrellas o "vedettes" del conjunto eran Violeta y Gaby Desmond, dos hermanas de llamativo físico, según lo acreditaban fielmente las fotografías respectivas, que se exhibían en el largo pasillo que conducía a la sala. Los adolescentes - y por qué no también algunos cientos de mayores - nos quedamos sin aliento y sin saliva frente a lo que, en aquellos tiempos, eran fotografías casi -¿casi?- pornográficas … iQué revuelo!
Mediante una comunicación realizada expresamente, la sala disponía de camarines aprovechando los dos últimos cuartos de la casa -habitación que ocupaba entonces la familia de don Alejandro Mauad, en la esquina N.O. de 9 de Julio y Ministro Brin. Las ventanas “daban” a esta última calle y eran, por supuesto, muy antiguas, con rejas comunes, que las cubrían totalmente. Esos camarines jamás habían despertado la curiosidad de ningún vecino; pero la presentación de la compañía de Antonio Daglio modificó la situación; es decir, encendió la curiosidad de los adolescentes más "rápidos”… Lo cierto es que la noche de la función, ya sea porque los postigos no cerraban debidamente. ..o porque la madera de éstos presentaba algunas grietas, varios traviesos pugnábamos por poner el ojo - sólo uno, claro, para ver mejor- sobre la claridad de esas mezquinas aberturas, trepados, en difícil silencio, a las vetustas rejas… No se veía mucho - aCaso ni siquiera poco- pero allí estábamos - i Cómo no!-, explicablemente ávidos por ver, gratis, "algo más" que el público instalado en la sala… ¡Qué tiempos!
El Cine Lobos, en esta segunda etapa, tiene también su anécdota, digna -estimo- de reproducirse: - Me da un "gayinero",don Nicolás …
Don Nicolás quitó su atención del Cajón de la mesa donde guardaba el dinero, y levantando las cejas y la mirada, fijó ésta en el rostro del espectador en potencia. Bajó luego las cejas -¡Ah, sus cejas!-, pensó un instante; y dijo , mientras le entregaba al interesado un papel verde, pequeño y rectangular ; es decir, "la entrada":
- Bueno… andá y guardá el orden, eh …
Le dio, también, algunas monedas …”El vuelto", que le dicen.
Entonces el Tingo Cascallares -que es el protagonista de la anécdota- era un joven -23, 24 años; no más- de una estatura aproximada al "metro ochenta", delgado pero fuerte, de movimientos felinos y de rostro agraciado. El Tingo'sonreía habitualmente y siempre-con los dientes a la vista -éstos eran muy blancos y parecían más blancos todavía por el contraste con el color de su tez, bastante morena-. Daba la sensación de que su sonrisa era algo exclusivo de sus labios; es decir, absolutamente ajena a su estado de ánimo. Era, además, un travieso peligroso, pues todos sabían que era capaz de "jugarse el cuero" por cualquier nimiedad. Vivía en las orillas del pueblo y ya tenía fama de guapo en los boliches. Sin estribos, “a lo indio", asiendo invariablemente un sólido rebenque, solía recorrer las calles del centro montado en un caballo indefinible. Yo afirmaría que el Tingo dormía con aquel rebenque sujeto a su muñieca. Nunc a supe de qué vivía… Sería resero o peón… No sé,repito; lo concreto y -que realmente interesa para esta anécdota, es que don Nicolás ya lo conocía "de cerca", pues el Tingo, por inconducta repetida en el "paraíso", también tenía antecedentes poco recomendables en el Cine Lobos.
Ignoro si el alboroto se produjo porque se "cortó" la película o porque el operador demoró demasiado el intervalo entre acto y acto -en esos tiempos se encendía la luz de la sala cuando terminaba cada rollo o acto, pues la técnica de entonces le demandaba al operador algunos minutos, pocos, para la extracción del rollo terminado y la colocación del siguiente. Parece que el mencionado "alboroto", de aquella noche fue demasiado importante, sobre todo en el "gallinero". El Tingo -que en otras ocasiones pudo y debió ser el más obstinado -y ruidoSo disconforme por la demora- tomando al pie de la letra la recomendación, tan subrayada de don Nicolás -"Bueno… andá y guardá el orden, eh …" - pretendió silenciar la euforia de los más exaltados descargando golpes a diestra y siniestra con la gruesa lonja de su rebenque, produciendo, por supuesto, otro alboroto todavía mayor…
Según se advierte, todo se redujo a un simple error de interpretación. El Tingo creyó que estaba autorizado para mantener en orden a los demás, y don Nicolás , sólo le había recomendado que fuese precisamente él quien lo guardase.
Corresponde señalar que un grupo de amigos -Esteban Bongiovanni, Hugo y Carlos Logarzo, Fortunato Di Pierro, Manuel Manín, José Ernesto Dorsi, Randolfo Pastorini, Alfonso Donatelli, Mario Pardo Campos, yo y algunos más, quizá, que ahora involuntariamente olvido -allá por 1929-1930 concurría en bloque al Cine Lobos, los domingos por la noche. Aquella barra se autodenominaba “IChiqué” y en la sala estaba siempre a la espera de la ejecución del tango homónimo. Por ello, cuando Juan Manganiello - que era también integrante del núcleo mencionado – terminaba el famoso solo de violín de la citada composición de Ricardo Brignolo, la barra se descolgaba cCon un fuerte y sostenido aplauso, al que siempre adherían los demás espectadores.
CINE TEATRO UNIONE ITALIANA
Allá por 1923 existía una acentuada rivalidad entre el Cine Lobos y el Teatro Italiano, que era como todos llamaban, para simplificar, a la cómoda sala que sociedad italiana poseía y posee en la calle 9 de Julio.
No sé, incluso, si esa rivalidad existía a nivel empresarial; pero sí puedo afirmar que chicos y grandes expresaban sus preferencias sin ambages y, en general, cada cual tenía SU cine. Quien era habitué del Teatro Italiano lo era casi sin fallas y con el pertinente orgullo; lo propio acontecía con quienes frecuentaban el Cine Lobos.
El Teatro Italiano poseía una ventaja muy importante: su sala, especialmente construida para los espectáculos que ofrecía: cine o teatro. Allí estaban (y están) su lindo y amplio escenario; su lugar específico para la orquesta; su platea; sus palcos altos y bajos; su paraíso e incluso el correspondiente "declive"… El Cine Lobos, en Cambio, tanto en la sede de la sociedad española como, después, en la cancha de pelota, debió "arreglarse" recurriendo al ingenio; pero, aun así, siempre en detrimento de la comodidad de sus obstinados clientes…
El Teatro Italiano no tenía relación comercial con quien distribuía las películas de la Fox Film, y a este sello pertenecían, con carácter exclusivo, las dos figuras máximas de las cintas de cow-boys: Tom Mix y Charles (Buck) Jones.
Enfrentada a esta clara preferencia de la gente menuda (y no tan menuda) la administración del Teatro Italiano debía encontrar, "a cualquier precio", en las empresas distribuidoras de su órbita, el o los actores que pudiesen competir más o menos dignamente con los nombrados monstruos de la Fox Film. Neal Hart y Harry Carey no alcanzaban para nivelar aquella atracción… Sin embargo, tres o cuatro años después. logró obtener un marcado suceso con Richard Talmadge, un actor de películas de aventuras, todas filmadas en escenarios urbanos. Richard Talmadge era un joven atlético, bien parecido, que nos dejaba con la boca abierta cuando, para ganar el amor de la "muchacha" e imponer la justicia, debía dar cuenta de los "bandidos" habituales al cabo de mil incidencias increíbles, saltando, sin aparente esfuerzo, paredes y tejados… "¡Qué agilidad que tiene ¡ "¡Mirá c6mo salta!...-decíamos, asombrados y con el énfasis que únicamente las criaturas ponen en sus exclamaciones. Por pretender imitar sus hazañas acrobáticas, muchos chiquilines de mis tiempos se torcieron 108 tobillos o sufrieron las consecuencias de algunos revolcones.
Varios años más adelante (no tengo elementos para señalarlo 'con exactitud) apareció en la pantalla del Teatro Italiano una figura importante :Fred Thompson. Un héroe del oeste americano; un héroe rubio, joven, totalmente vestido de negro y montado en un hermoso caballo blanco. Fred Thompson tenía ese no sé qué que acaparaba la simpatía y encendía el entusiasmo de los pibes -de 7 a… . 70 años…Creo que ya no actuaban Tom Mix, Buck Jones, Neal Hart, Richard Talmadge… Solo Harry Carey seguía-filmando, y lo hizo durante muchos años en comedias y películas "serias", incluso, siempre con el clásico mechón sobre la frente.
Harry Carey
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Usted, lector, quizás haya advertido que he hecho si se .... quiere, uso exagerado del verbo "veo " , así, entre comillas. Aparece en estos recuerdos más de una vez .... y ahora caigo en la cuenta que también lo repito en mi correspondencia privada, que es abundante, con mis amigos de la infancia y la juventud, radicados en Lobos. Hay una razón, sin embargo. Y muy simple, además. ¿No he "visto", acaso, a Tom Mix y a Richard Talmadge, tal cual eran en mil novecientos veintitantos, mientras escribía estos recuerdos? Yo, y usted también, por supuesto, seguiremos "viendo"' siempre, aun a aquellos que físicamente no veremos más, cada vez que la charla o la escritura nos devuelvan (gracias al milagro de la memoria) al tiempo que se fue. Y vale todo este preámbulo, porque para referirme al personal que en aquella época tenía relación con el público en el Teatro Italiano, diré, por ejemplo, que "veo" a don Juan Chiurazzi detrás de las rejas de la boletería, en un manipuleo un tanto mecanizado por el hábito ,manejar con destreza el talonario, recibir el dinero y entregar el vuelto, si había, y las entradas; que "veo" a Rafaiello Di Mattía con su gorra especial (con .... visera de cuero (dorado) y “todo”) recibiendo en la puerta de acceso a la sala esas mismas entradas; que "veo" a don Guillermo Cairo, recibiendo al público ahí no más, junto al cortinado, linterna en mano, para que cada cual se sentase en la butaca que le correspondía. Con solo levantar un poco aquella linterna-que utilizaba habitualmente para "manejarse" en la oscuridad, acalló muchos zapateos imprudentes de los chiquilines más traviesos.
También el Teatro Italiano (como Canaro) tenía su orquesta. Ese buen hombre que fue mi padre-político (don Juan Fassa) estaba al frente de un trío, con su violín. Al piano, Mario Previtali y luego mi cuñado, Nino Fassa, aún de pantalones cortos; inclinados sobre el bandoneón, primero, no recuerdo cuánto, Pérez y después mi· amigo Gemaro Dinomo. Todavía algunos decían ”mandolión”…
Con Atilio Chiurazzi nos hemos escrito algunas cartas muy extensas y muy afectuosas. "Algo" debemos tener en común allá, adentro (que es donde más vale la pena tener algol). En respuesta a una mía, refiriéndose al Teatro Italiano, me dice el 14/XI/1973: "… Cómo olvidar el Teatro Italiano… La frase de Rafaiello: Cario (“Cario” era don Guillermo Cairo), dice Chiorasi que “empiezza”… La contra, el cine de Maestropiedra, que nos "mataba" cuando pasaba las de Tom Mix y Buck Jones; nosotros nos defendíamos con Neal Hart, a quien los de Nicolás (Maestropiedra) criticaban porque era chueco. La orquesta dirigida por don Juan (Fassa)… Recuerdo el cartelito colorado anunciando lo que iba "a tocar" y la característica: un pasodoble al que,si no me falla la memoria ,le había puesto el nombre de "Furia", en homenaje a una película de Richard Barthelmes. Recuerdo -añade,Chiurazzi- que en mis viajes a mi querido Lobos, cuando lo veía a don Juan se lo tarareaba y él se sonreía bonachonamente. Por otra parte, qué lindos carteles que hacía…”
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De la misma carta, transcribo lo siguiente: …”Volviendo al cine: los del Italiano emparejamos un poco la cosa cuando apareció Fred Thompson y su caballo Rey de Plata (Silver King, las primeras palabras inglesas que aprendí). En una de sus películas -- subraya Atilio-- entró con su caballo a un local incendiado; se bajó del mismo y dijo : ¡Sal, sal, Rey de Plata! Lo instaba a que saliera para él apagar el incendio. A la noche, en casa -- concluye mi amigo-- mi hermana Ela le preguntó a mamá, ingenuamente : ¿La sal sirve para apagar un incendio?... "
Una verdad rotunda: los más suntuosos y lucidos bailes de carnaval de los últimos 60 años se realizaron en la sala del Teatro Italiano.
Como era menester empezar por el principio, se adornaba la sala con buen gusto, procurando y logrando darle el clima adecuado a aquellas reuniones danzantes de indudable jerarquía. Las familias, o, mejor, las personas mayores de las familias, ocupaban los palcos (altos y bajos), e incluso se habilitaba el paraíso. Los jóvenes de ambos sexos –es decir, los bailarines, permanecían en la platea, cuyas butacas habíanse quitado, por supuesto, con anterioridad, salvo las que, como un festón, cubrían su perímetro casi totalmente, una al lado de la otra. Sobre el amplio escenario iluminado, al que tampoco le faltaban los adornos pertinentes, la orquesta de turno. Afirmo que aquello, en conjunto, resultaba imponente. Ayuda --creo-- a formarse una idea cabal de aquellos bailes memorables, señalar que la gente no había perdido aún el hábito y la delicadeza de cuidar su atuendo. Campeaba allí, pues, una auténtica "paquetería", y todavía los varones conservaban -con absoluta naturalidad- su galantería, pues era, ésta, un signo distintivo de aquellos tiempos; El hombre así, galante, era también realmente un hombre, y la mujer no había perdido su mayor encanto, el que le confería su femineidad.
En el Teatro Italiano fueron famosos los bailes de disfraz y los “de cretona"; para éstos, obviamente, las jóvenes debían asistir con hermosos vestidos confeccionados con la mencionada tela.
Estos recuerdos me producen la siguiente reflexión: Estoy de acuerdo en que, si hace calor, es mucho más cómodo bailar enfundado en una camisa o una chomba liviana de mangas cortas y un pantalón de hilo o alpaca, que en un traje común; cuello duro; pero -¡ojo!- quienes lo hicieron de esta manera no se enfermaron o faltaron al baile siguiente; por el contrario, volvieron “a la carga" con el traje bien planchado, el cuello limpio, los zapatos lustrados… en fin, impecables… ¡Qué me dice!
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LOBOS ERA UNA FIESTA! Febrero 1940 - Carnaval- De izq. a derecha: Licha Faré, Cacho Garay, Yole Fassa, Roberto Cris, Nena Fassa, Jorge Burbridge. En 2º plano: Izq. a derecha: cabeza de Guri Morena y, apenas, Pito Angeleri. |
También el Teatro Italiano tenía SUS pibes sin la moneda para la entrada. Pero a éstos siempre les llegó, como en el Cine Lobos, .el momento de la orden salvadora. Y, a los saltos, salvando el ascenso de a 2 y 3 escalones, según la edad, llegaron al "gallinero" con el corazón en la boca; con el alma de fiesta; con los ojos abiertos, tan abiertos que no les permitía, luego, mientras recibían las imágenes de las películas de Neal Hart, el desperdicio de brevísimo parpadeo.