Yepeto plasma con hondura el drama de lo no posible. Desde el temor de un muchachito deportista y silvestre a que un profesor maduro -escritor, sutil, poético- conquiste y le quite a su novia, Roberto Cossa logra que nos involucremos en el rincón de impotencia de cada uno de sus personajes. La impotencia de no ser joven y la impotencia de una juventud sin cultura ni sutileza poética.
El tercer personaje, la muchacha en cuestión, presente - en esta versión- o fuera de campo en la primera, es quien lleva la acción. Ella ama, observa, admira, flota, idealiza, duda, y pisa tierra firme; ellos siguen su compás. Y los tres siguen el compás de la vida.
Cuando, cerrando el círculo, ambos jóvenes incorporan al profesor a su vida, como un ser querido al cual no temer, también él pisa la tierra firme de su amargura y su vejez, el sueño ha terminado.
Antonio: Y bueno... Hablamos... hablamos mucho de lo que nos pasa... Del futuro... Esas cosas, ¿no? Y hablamos de usted. Hablamos mucho de usted.
Profesor: Y le contaste que vos y yo nos vemos.
Antonio: Sí.
PROFESOR: Le contaste todo. Desde el primer día que nos encontramos.
Antonio: Sí... Desde el día que lo llamé para putearlo.
PROFESOR: ¿Y Cecilia qué dijo?
Antonio: Se cagó de risa.
PROFESOR: No tenías derecho...
Antonio: No lo entiendo.
PROFESOR: ¿Por qué le contaste todo?
Antonio: Nosotros nos decimos siempre la verdad.
PROFESOR:¡¡Me cago en la verdad de ustedes!! ¿¡Y yo qué soy!? ¿Un sorete?
Antonio: ¿Por qué dice eso, profesor?
Profesor: Son dos hijos de puta... Dos pendejos hijos de puta... Ahora sí... Ahora salgamos los tres. Ahora que ella sabe que yo soy el viejo Yepeto. ¡Salgamos los tres! Vamos a ver la retrospectiva del cine sueco así el profesor nos explica el mundo místico de Bergman y su relación con... ¡La concha de su hermana!
Antonio: ¿Qué le pasa, profesor?
PROFESOR: Y después vamos a cenar y el profesor nos va a contar que estuvo presente el día que Flaubert, en un viejo café de París, le contó a Balzac que tenía una idea para una novela sobre la vida de una mujer... Y Balzac le preguntó: "¿Qué título le vas a poner?". Madame Bovary. Y Balzac le dijo: "Es un título de mierda. No la escribas".
Antonio: No lo entiendo, profesor...
PROFESOR: ¡Sí que entendés! ¡entendés todo! Cuando salgamos los tres, haceme acordar que se lo cuente a Cecilia. Ella se va a reír. Y después de la cena nos vamos a tomar un café al viejo bar de Villa Devoto donde el profesor iba cuando tenía la edad de ustedes... Y ahí, el viejo titiritero se toma dos ginebras y los puede hacer reír, con frases propias, otras copiadas y, quizás... ¡quizás! si está inspirado, con una frase original. Hasta que, a cierta hora, suelo orinarme encima. En ese caso, por favor, me traen hasta casa. Y después, ustedes se van a copular cuatro días seguidos a la casa del hijo de puta ese del viajante de comercio.
(EL PROFESOR ESTA AGOTADO. SU MEZCLA DE MALESTAR FISICO Y DOLOR ES EVIDENTE. BEBE. ANTONIO LO MIRA UN INSTANTE Y LUEGO DIRA CON TODA INGENUIDAD)
Antonio: Cecilia y yo lo queremos mucho.
EL PROFESOR LO MIRA UN INSTANTE. COMENZARA A TIRARLE CON TODO LO QUE TIENE A MANO)
PROFESOR: Es lo peor que podías decirme... ¡Imbécil! (SE LE VA ACERCANDO E INTENTA PEGARLE) ¡¡Imbécil!! (EL MANOSEO LOS HA ACERCADO FISICAMENTE HASTA QUE EL PROFESOR CONVIERTE LA AGRESION EN UN ABRAZO. POR FIN, EL AFECTO ESTALLA) Yo también los quiero mucho, correcaminos. (HAY UN TIEMPO HASTA QUE EL PROFESOR SE ARREPIENTE DE SU DESBORDE EMOCIONAL. SE SEPARA. BEBE)
Citas de autores que suenan sin empalagar, guiños de humor y alguna lágrima acompañan esta honda, concentrada puesta de Jorge Graciosi, exquisitamente interpretada por Manuel Callau, muy bien acompañado por la naturalidad de Martín Slipak y por la frescura de Anahí Gada. Excelente. La recomendamos.
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