El hombre es materia; es a través de su cuerpo que se inscribe en el mundo. En efecto, su piel, envoltura visible de su Ser, afirma tanto su individualidad, como la complejidad de su dimensión social. El cuerpo revela la pertenencia del individuo a una comunidad determinada, caracterizada por unos códigos y unos valores que debe interiorizar, así como su lugar en el seno del grupo y su relación con un universo sobrenatural, poblado de espíritus, ancestros y demás fuerzas incontrolables, cuya clemencia debe atraerse.
En este contexto, toda intervención sobre el cuerpo (mutilaciones, pinturas corporales, adornos, peinados, etc.), ya sea duradera o efímera, manifiesta una voluntad del ser humano de marcar un cambio en su relación al mundo, por lo que adquiere una significación altamente simbólica.
Así pues, las diferentes marcas corporales que los africanos inscriben en su piel durante toda su vida, manifestando su necesidad de adueñarse de los signos de su pertenencia a un orden cósmico, deben entenderse como unos gestos destinados a armonizar lo interior y lo exterior. Como un lienzo sobre el que un pintor expresa su universo particular, la piel se antoja, en estas culturas africanas, como el soporte privilegiado de una escritura compleja, cuyas claves posee la comunidad.
(...) Dichas manipulaciones aparecen, pues, como modalidades artísticas en sí mismas. La expresión más elocuente de estas artes del cuerpo se encuentra, sin duda, en África Oriental. (...) En este contexto, el propio cuerpo se impone como el soporte privilegiado de la búsqueda estética. Artistas, los hombres se convierten también en obras...
(...) El sufrimiento caracteriza, a su vez, otro tipo de marcaje corporal: la escarificación. (...) La perforación de ciertos orificios naturales (nariz, orejas y boca) obedece, del mismo modo, al deseo de embellecer el cuerpo que distingue a los pueblos de África Oriental. En esas lejanas regiones, raros son los individuos que no muestran una apertura en la carne para introducir un adorno (aros, pendientes, platos labiales, etc.). Dichos ornamentos, colocados en los órganos de los que emanan el soplo vital y la palabra, resultan ya indisociables de los demás rasgos faciales; la apariencia de la persona se ve profundamente alterada.
(...) Mutilado, grabado, esculpido, el cuerpo es transformado con regularidad para hacerse eco de la evolución del individuo en el seno de su comunidad. (...) De este modo, la piel se convierte en la materia misma de una forma de expresión original que, por su búsqueda del Ideal (individual o colectivo), toma prestada la retórica del arte.
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Aparte de estas manipulaciones indelebles, el cuerpo recibe también múltiples marcas efímeras (pinturas, joyas, ropajes, etc.), a menudo complementarias, que constituyen, a su vez, elementos de definición del individuo y de los valores de su grupo.
(...) Las jóvenes Masai y Pokot de Kenia se untan la cara con arcilla blanca tras someterse a la escisión (y durante todo el periodo de cicatrización), para manifestar su condición de mujeres incompletas.
Los hombres Nuba de Sudán, en cambio, lucen espléndidos motivos abstractos que realzan las formas armoniosas de su anatomía y traducen, a la vez, una progresión social ya que a cada clase de edad corresponde el uso de unos colores particulares; los dibujos, de factura libre, expresan la creatividad de cada persona. Signos pues de pertenencia, dichas pinturas aparecen también como una exaltación del cuerpo.
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Esta misma facultad que poseen las pinturas corporales para expresar una estética y un estado particular se encuentra también en los peinados, a menudo complejos, que lucen muchos pueblos de África Oriental. Símbolo de sabiduría, la cabeza recibe un cuidado especial : el pelo es afeitado, trenzado, trabajado en moños, adornado con pasadores de marfil, o también disimulados con singulares tocados. Cada uno de estos detalles constituye, a su vez, signos de pertenencia étnica, lazos matrimoniales, número de hijos, etc.
(...) Portadores de un significado particular, los adornos capilares deben considerarse, sin embargo, como una parte indisociable del atuendo, por lo que sólo podrán apreciarse todos sus matices si se contempla el conjunto. En efecto, en estos pueblos de África Oriental, el hombre no se presenta desnudo ante sus semejantes. Cuando no aparece cubierto con un paño de fibras vegetales o de cuero (como el que llevan, por ejemplo, las mujeres Turkana de Kenia), el cuerpo es vestido con preciosos adornos. Collares, cinturones, pulseras, aros y demás joyas, adhieren así a la piel para realzar su majestad. Éstos presentan múltiples aspectos: algunos ornamentos han sido realizados con elementos de origen natural (marfil, vértebras de pez, plumas, cáscara de huevo, semillas, hierro, etc.), otros, en cambio, han sido confeccionados con materiales procedentes de intercambios con países lejanos.
(...) Finalmente, un número considerable de adornos ha sido creado con productos manufacturados, heredados de la época colonial, como botones de mercería, cazuelas de aluminio y cables telefónicos. Esta diversidad de materiales ha ofrecido una infinidad de posibilidades a los artesanos, que han encontrado en la confección de adornos un medio sin igual para expresar su creatividad. Resultan, pues, formas tan exuberantes como las de los collares de cuentas de vidrio de las jóvenes casaderas Masai y Samburu, tan sobrias y delicadas como las de las pulseras de marfil que ciñen los brazos de los cazadores Dinka, tan suntuosas como las de las joyas en plata de inspiración oriental que lucen las mujeres Rashaida de Sudán y Eritrea…
La esencia revelada
Cada marca corporal, efímera o irreversible, contribuye a crear una imagen del ser humano fiel a su esencia invisible, envuelta en carne.
Pinturas, joyas, peinados se mezclan con las escarificaciones, perforaciones y demás mutilaciones de la piel, componiendo una miríada de signos que identifican al individuo y lo inscriben en su universo social y cultural. No obstante, la elegancia y la sofisticación que caracteriza, en África Oriental, estos artificios sugiere que, más allá de su significado antropológico, poseen un valor en sí mismos. En efecto la magnificencia de estas marcas es el resultado de una búsqueda de la Belleza, que hace del cuerpo el objeto de una estética del refinamiento 8. Exalta su sensualidad y sublima sus formas para acercarse del Ideal; transfigurado, el cuerpo se torna así Arte…
Elena Martínez-Jacquet