Camino y balanza,
vereda y leyenda
se encuentran en una andadura.
Marcha y sobrelleva
ausencia y pregunta
siguiéndote por un sendero.
Cuando la temprana luz mañanera crece callada sobre los montes...
El oscurecimiento del mundo jamás alcanza a la luz del ser.
Llegamos muy tarde para los dioses y muy pronto para el ser.
Cuyo poema comenzado es el hombre.
Sólo esto: avanzar en una estrella.
Pensar es limitarse a un pensamiento, que, como una estrella, queda una vez en el cielo del mundo.
Cuando la veleta ante la ventana de la cabaña canta con la tempestad que se alza...
Si el temple del pensar brota de la exigencia del ser, crece el lenguaje del destino.
Apenas tenemos una cosa ante los ojos, y en el corazón la escucho vuelta hacia la palabra, se cumple felizmente el pensar.
Pocos hay expertos en diferenciar objeto aprendido y cosa pensada. Si en el pensar hubiera antagonistas y no simples enemigos, mejor le iría al pensar.
Cuando entre cielos de lluvia, desgarrados, un repentino rayo de sol se desliza sobre las sombras de los prados...
Nunca llegamos a pensamientos. Llegan ellos a nosotros.
Tal es la hora propicia al diálogo.
Se alegra en la meditación común. Que no enfrenta encontrados sentires, ni tolera acuerdos renunciatorios.
El pensar sigue alzándose duro entre el viento de las cosas.
Quizá de tal comunidad algunos saldrán camaradas en el taller del pensar.
Para que uno de ellos, sin sospecharlo, se torne maestro.
Cuando en primavera florecen aislados narciso, ocultos en el prado. y la eglantina brilla bajo el arce...
El esplendor de lo sencillo.
Sólo la forma conserva fisonomía.
Pero la forma descansa en poema.
¿A quién puede traspasar el entusiasmo como un soplo, si quiere evitar la tristeza?
El dolor regala su fuerza salvadora donde no sospechamos.
Cuando el viento, saltando brusco, gruñe entre la armazón de la cabaña, ya el día se pone ceñudo...
Tres peligros rondan al pensar.
El peligro bueno, es decir, salvador, es la vecindad del poeta cantor.
El peligro perverso, es decir, más agudo, es el propio pensar.
El peligro malo, es decir, confusionario, es el filosofar.
Cuando en día de verano la mariposa descansa en la flor y, con las alas juntas, se columpia en la brisa del prado...
Toda situación. de ánimo es eco del ánimo del ser, que nuestro pensar reúne en el juego del mundo.
En el pensar, cada cosa se torna solitaria y lenta.
En la paciencia, crece la magnanimidad.
Quien piensa en grande, en grande debe errar.
Cuando el arroyo montesino en la calma nocturna narra de sus caídas por los canchales...
Lo más antiguo de lo antiguo llega desde atrás a nuestro pensar, y, sin embargo, se nos adelanta.
Por eso el pensar se detiene en la aparición de lo que fué, y es recuerdo.
Antiguo significa: pararse a tiempo donde el pensamiento solitario de un camino de pensar se enreda en sus recodos.
Arriesgamos el salto de la filosofía al pensar cuando hemos llegado a estar en casa en el origen del pensar.
Cuando en las noches de invierno tempestades de nieve sacuden la cabaña, y una mañana el paisaje ha enmudecido en lo blanco...
El decirse del pensar reposaría. sólo en su esencia si se hiciera impotente para decir lo que debe quedar callado.
Tal impotencia pondría al pensamiento ante la cosa.
Nunca., en ninguna lengua, lo pronunciado es lo dicho.
Que a cada vez y de repente haya un pensamiento, ¿qué asombro querría sondearlo?
Cuando baja un repicar de campanas por las laderas del valle, donde suben despacio los rebaños...
El carácter poético del pensamiento aún está velado.
Cuando se muestra, largo tiempo semeja la utopía de un entendimiento semipoético.
Pero el poetizar pensante es de veras la topología del ser:
Le dice el sitio de su esencia.
Cuando la luz del ocaso. cayendo en el bosque de no sé dónde, dora los troncos...
Cantar y pensar son los troncos cercanos del poetizar. Crecen del ser y se alzan hasta tocar su verdad.
Su unión hace pensar lo que de los árboles del bosque dijera Hölderlin
“Mutuamente desconocidos permanecen,
alzándose erguidos, los vecinos troncos.”
Los bosques acampan.
Los arroyos caen.
Los canchales duran.
La lluvia fluye.
Las mieses esperan.
Las fuentes manan.
Los vientos moran.
La bendición medita.
Fuente:
Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid), Vol. XX, Nº 56, (Agosto de 1954) pp. 178-180. Traducción de José María Valverde, en: http://www.heideggeriana.com.ar