Revista de ArteS
Buenos Aires Argentina
N° 25
Marzo / Abril

2011

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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INDICE TEMATICO GRAL.

Bohumil Hrabal
República Checa, 1914 -1997

Se graduó en  Derecho en la Universidad de Praga, sus primeros años pasaron entre cabarets e interminables paseos por la ciudad, hasta que los nazis convirtiéron a la región en un protectorado; y Bohumil comenzó a trabajar en una estación del tren.

Acabada la guerra en 1945, pasaría por distintos empleos: oficinista, viajante de comercio, obrero siderúrgico, jornalero y tramoyista, hasta que a los cuarenta y nueve años de vida, se animó a publicar su primer libro. Ese trabajo, titulado “Perlas en el fondo”. En 1963 publica su primer libro, Perlas en el fondo y en 1965 el segundo Trenes rigurosamente vigilados, que sería llevado al cine por el cineasta Jiri Menzel. En 1968 es censurado, y no volvería a aparecer un libro suyo hasta 1975.

Para Hrabal, la gran literatura universal tiene la tendencia a acercarse al "vertedero de la época": cuanto más desciende el protagonista en la escala social, más crece en intensidad. Según pensaba, en una época en la que el cielo se había derrumbado y la humanidad sólo dependía de sí misma, el arte y la literatura habían bajado al nivel de la gente común y de los marginados. Praga era entonces un escenario adecuado, atrapada como estaba por la ocupación nazi, por la Segunda Guerra Mundial y sometida al comunismo.
Mágico poder el de la mirada y la voz de Hrabal, prestidigitador sumergido en el terror de la realidad, que transformaba cada humano derrotado –sin disfrazarlo-; que describía los paisajes del deterioro,  la miseria y la destrucción sin mentir,y,  tras su descripción,  dejaban de espantar para conmover.
Con la publicación de cada libro adelgazaba varios kilos, porque siempre lo mortificaba la culpa  por insultar o molestar a alguien, pero sabía que tenía que escribir sobre la gente sin educación y revelarse a las convenciones y tabúes.

 

 

Muere a los 83 años al caer por la ventana de una habitación del hospital donde estaba internado, mientras daba de comer a las palomas. Hay quien dice que se suicidó.  

Algunas de sus obras:

Los palabristas - 1997
Quién soy yo - 1992
Bodas en casa - 1990
Una soledad demasiado ruidosa - 1990
Personajes en un paisaje de infancia - 1983
Leyendas y romances de ciego - 1980
Yo que he servido al rey de Inglaterra - 1971
Lecciones de baile para mayores 1966
Anuncio una casa donde ya no quiero vivir - 1965
Trenes rigurosamente vigilados - 1965
Perlas en el fondo - 1963
Las desventuras del viejo Werther
- 1946

Incluimos, a continuación, fragmentos de algunos textos de Bohumil Hrabal:

Una soledad demasiado ruidosa (fragmento)

Hace treinta y cinco años que prenso papel viejo, durante treinta y cinco años he vivido con la idea de que siempre haría lo mismo, que mi prensa se jubilaría conmigo, pero después de mi visita a Bubny no pasaron ni tres días y el reverso de mis sueños se hizo realidad. Cuando llegué al trabajo, había dos jóvenes, miembros de la brigada
socialista de trabajo, les reconocí, iban vestidos como si fueran jugadores de béisbol: guantes de color naranja, monos azules hasta el pecho con tirantes, que hacían destacar sus jerseys verdes de cuello alto. Mi jefe, con aire triunfal, les condujo hasta mi sótano para mostrarles mi prensa y los jóvenes en seguida se encontraron allí como en casa, cubrieron la mesa con papel blanco para colocar sobre ella sus botellas de leche, mientras yo, humillado y herido, me di cuenta con cuerpo y alma de que nunca más sería capaz de adaptarme, me encontraba en la situación de aquellos monjes que, cuando Copérnico descubrió nuevas leyes cósmicas según las cuales la tierra no era el centro del mundo, se vieron incapaces de imaginarse un mundo diferente de aquel en el que habían vivido hasta entonces y se suicidaron en masa. Mi jefe me dijo que barriese el patio o ayudase a los jóvenes o que no hiciese nada de nada si no quería porque me habían destinado a otro puesto de trabajo, al sótano de la imprenta Melantrich, donde
empezaría la próxima semana y tendría que envolver papel blanco; sí, dijo esto: envolver papel blanco. Sentí náuseas: yo que durante treinta y cinco años había prensado maculatura y libros para reciclar, yo que no podía vivir sin la sorpresa cotidiana de pescar, en cualquier momento, un libro precioso como premio por toda aquella papelería repulsiva, ahora tenía que ir a envolver papel inmaculado, inhumanamente limpio y blanco. Fue un golpe tan duro que me desplomé sobre el primer peldaño de mi cueva y allí me quedé, miserable, completamente abatido por aquella noticia, con los brazos que me colgaban por delante de las rodillas; con una sonrisa quebrantada miraba aquellos dos jóvenes que no tenían ninguna culpa de todo lo que ocurría, ellos sólo cumplían la orden de prensar papel en la calle Spálená, y no hacían nada más que eso: de alguna manera tenían que ganarse el pan; echaban el papel viejo a la prensa con una horca mientras yo alimentaba la vana esperanza de que mi máquina se declarase en huelga, de que simulase estar enferma, de que fingiese que se le había trabado el engranaje, pero ella me traicionó, funcionaba de un modo completamente distinto que antes, parecía rejuvenecida, tronaba de tanto afanarse, incluso tintineaba, cosa que conmigo no había hecho nunca, ¡riiing!, como si me quisiera demostrar que sólo la brigada socialista de trabajo le permitiría desarrollar plenamente sus facultades. Y yo no tuve más remedio que reconocer que esos jóvenes que no llevaban ni dos horas trabajando allí se comportaban como si en toda su vida no hubiesen hecho otra cosa que trabajar en aquel sótano: se habían distribuido el trabajo, uno subió a lo alto del montón que se alzaba hasta el techo y con un garfio echaba el papel directamente a la máquina; al cabo de una hora ya tenían cinco paquetes hechos;
cada dos por tres, el jefe se inclinaba para admirarlos a través del agujero en el techo, les aplaudía histriónicamente con sus patas regordetas y mirándome con el rabillo del ojo, exclamaba: ¡Bravo, bravísimo!, ¡a eso le llamo yo trabajar, sí señor! Yo cerraba los ojos y tenía ganas de marchar, pero (...)

 

Leyendas y romances de ciego (fragmento)

Aquella noche vi a varios soldados del Ejército Rojo, y tanques, y camiones. La ciudad se ahogaba de entusiasmo, y besos, y brindis, pero la novia de Emícek Schreuer estaba debajo de la arcada, triste. Al día siguiente encontraron a Emícek en el campamento de Milovice cruelmente acuchillado, lleno de tajos. En la oficina de la estación me entró un soldado ruso a caballo y me preguntó por dónde se iba a Budapest. Cuando al anochecer regresaba a casa en bicicleta, encontré un destacamento de la Caballería Roja. El sol se ponía, en los pechos de los soldados resplandecían gran cantidad de condecoraciones, como en un escaparate de relojería, desde los estribos se erguían astas de bandera con las puntas de latón. La novia de Emícek Schreuer esperaba debajo de la arcada, pero nadie tuvo el valor de darle la mala noticia. En el huerto de la fábrica de cerveza se acuarteló el lazareto ruso, en el centro se montó un estrado y los cerezos en flor se adornaron con bombillas de colores, y cada noche tocaba la banda de música rusa, plácida como una noche de mayo. El director de orquesta ruso cada noche se cortaba una varilla y, apoyado ligeramente en el atril, dirigía la dulce música con aquella ramita.
En las oscuras sombras del huerto de la fábrica de cerveza los vendajes almidonados, los brazos y piernas enyesados, los tórax escayolados, y las cabezas vendadas brillaban de blancura.
En casa de mi madre se alojó Kalmyk, que había llegado en una calesa en cuyo pasador del eje había unas letras metálicas: «Franz Auer, Vogelgesang». La calesa estaba adornada por todas partes con encajes de Bruselas y en los asientos había una alfombra persa cortada. Parecía que aquel soldado fuese su propio comandante, capitán, sargento e intendente. Por la noche se sentaba cerca de la estufa y añadía leña al fuego, le gustaba mirarse al espejo y se empolvaba con los polvos de mi madre, y después solía dormir con nosotros en los edredones de pluma. Todos los días traía a mi madre un gato o un perro, y acariciaba las manos de mi madre porque a la suya la habían matado los alemanes. La novia de Emícek Schreuer caminaba llorosa por la plaza, pero la ciudad aún no se había podido saciar de festividades, y entusiasmos, y brindis. (...)

 

Trenes rigurosamente vigilados (fragmento)

La máquina se estremecía, a lo lejos brillaban las llanuras con la nieve que se fundía y no cesaba el tictac de los cristales de colores. En la cuneta yacían tres caballos muertos que los alemanes habían tirado por la noche de un vagón. No habían hecho más que abrir la puerta y tirar la carroña. Ahora estaban tirados en la cuneta junto a las vías, las patas estiradas hacia el cielo como columnas sobre las que se apoyase el invisible portal del cielo. El ingeniero Honzík me miró y sus ojos estaban llenos de tristeza y de rabia porque en su sector se le había retrasado este transporte rigurosamente vigilado. Y seguro que el culpable era yo, por eso era correcto que los SS me hubieran hecho subir a la máquina y que insistieran en que les permitieran ponerme los cañones de las parabellum en la nuca y hacerse una seña, apretar los gatillos y descargar dentro de mí la munición y abrir la puertecilla... Eso lo sentía con precisión, y sin embargo pensaba que no era verdad, que no eran capaces porque eran tan guapos; a mí siempre me habían dado miedo las personas hermosas, nunca había sido capaz de hablar correctamente con las personas hermosas, sudaba, tartamudeaba, me producían tanta extrañeza las caras hermosas, me deslumbraban tanto, nunca he podido mirar una cara hermosa.
En cambio el capitán era feo, aquella larga herida que le recortaba la cara era como si en su juventud hubiera caído de cara sobre una olla oxidada; aquel capitán ahora me miraba. Levanté el brazo y me cogí a una especie de asa que colgaba del techo de la locomotora. Me permití hacerlo porque aquel capitán nada más verme ya sabía que yo era un imbécil que no hace otra cosa que estar de pie junto a las vías, un imbécil al que en la dirección de los ferrocarriles en Hradec Králové le dijeron que se quedase junto a las vías y levantase y bajase los semáforos, mientras el ejército del Reich pasaba por su estación para lanzarse primero hacia Oriente y ahora otra vez de regreso. Y yo me dije, de todos modos los alemanes son unos locos.
Unos locos peligrosos. Yo también estaba un poco loco, pero a mi propia costa y en cambio los alemanes siempre a costa de los demás. (...)

 

Bodas en casa (fragmento)

Cuando tienes resaca, de golpe te acuerdas de lo que ha pasado la noche anterior, los planchazos y las meteduras de pata que has cometido, la gente que has insultado, la cantidad de tonterías que pronunciaste y los secretos sobre ti mismo que soltaste, y entonces no tienes ganas de seguir viviendo; sólo cuando tienes resaca y piensas en el suicidio, de golpe se te ocurre la frase escondida... ¿qué será de ti? ¿y sabe qué?, ahora pienso que incluso lo de escribir es mi defensa contra el suicidio, como si escribiendo me escapara de mí mismo, escribiendo quizás podré contestar a la pregunta... qué será de mí, quién era y quién soy ahora mismo.(,,,)

Jiří Menzel

Varias de las historias de Hrabal fueron  filmadas por multipremiado director checo Jiri Menzel.
Su ópera prima fue el largometraje Trenes rigurosamente vigilados, que ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Está considerada una de las obras cumbres de la cinematografía europea y adscribe a la Nueva Ola checa.
El talento de Menzel se lució nuevamente en su segunda obra, Capricho de verano donde interpretó un papel como actor. Alondras en el alambre, su siguiente filme, fue prohibido por el régimen checo. Esta película esta basada en un libro de cuentos de Bohumil Hrabal titulado Anuncio de una casa donde ya no quiero vivir. Tras el rodaje se prohibió la proyección de la película y hasta 1974 Menzel no volvió a dirigir.
En la decada de los ochenta Menzel rodó otras películas basadas en relatos de su escritor favorito, Bohumil Hrabal, como Tijerazos, La fiesta de las campanillas verdes y Mi dulce pueblecito, que fue nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

  • Obsluhoval jsem anglického krále (Yo serví al rey de Inglaterra) –2006
  • Slavnosti sněženek (La fiesta de las campanillas verdes) –1983
  • Postřižiny (Tijeretazos) – 1980
  • Skřivánci na niti (Alondras en el alambre) –1969- Oso de Oro (1990) en el Festival Internacional de Cine de Berlín
  • Ostře sledované vlaky (Trenes rigurosamente vigilados) –1966 - Oscar a la mejor película de habla no inglesa
  • Perličky na dně (Las perlas del fondo del agua) –1965

 

TIJERETAZOS

 

LA FIESTA DE LAS CAMPANILLAS VERDES

TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS

PERLITAS EN LAS PROFUNDIDADES

 

INDICE TEMATICO GRAL.

 

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