En una velada encantadora, el Teatro Nacional Cervantes -inaugurado el 5 de septiembre de 1921- celebró sus 90 años, en coincidencia con el Día del Teatro Nacional.
Si bien algo demorado el comienzo, la celebración -bien pensada y muy emotiva- no defraudó a los asistentes que aplaudieron el documental histórico y las simpáticas actuaciones de los actores que interpretaron fragmentos de obras ligadas profundamente al escenario del Cervantes.
En esas interpretaciones de Los intereses creados de Jacinto Benavente, La dama boba de Lope de Vega, Jettatore y El conventillo de la paloma intervinieron Ana Acosta, Irene Almus, Diana Arias, Silvina Bosco, Ana María Cores, Andrés D’Adamo, Claudio García Satur, Marcela Ferradás, Diego Freigedo, Claudio Gallardou, Marcos Montes, Horacio Peña y Horacio Roca que recibieron calurosos aplausos.
Fueron muy sentidas las palabras de Osvaldo Bonet, cuyos comienzos actorales fueron precisamente en esta sala a la que le lleva 3 años, pues confesó 93 años, que entabló un ameno diálogo con el público pleno de alegría y entusiasmo digno de imitar.
Se proyectó más tarde, una colección de fotografías con escenas de muchas de las obras que desfilaron por el escenario desde su fundación.
Rubens W. Correa , director del Teatro, presentó el Ciclo Teatro del País, en el que se presentarán elencos de provincias argentinas. Esta excelente iniciativa que estimula la vocación teatral a lo largo y lo ancho de nuestra tierra y contribuye a la difusión cultural de nuestro acervo teatral, será ofrecida al público a partir de 1º de diciembre con entrada libre y gratuita.
Culminó la celebración una expresiva y ajustada interpretación coreográfica de Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez, a cargo del Ballet Folklórico Nacional, que fue muy aplaudida.
La frutilla del postre, o el detalle final, fue un recuerdo de la celebración para los asistentes que consistió en un Cd con el documental sobre la historia del teatro y las fotografías de infinidad de puestas en escena inolvidables, contenidos en un original estuche de cartón que remeda el edificio y la sala María Guerrero colmada de público, asistiendo una escena que puede ser vista o no, según de levante el telón móvil. Un buen modo de aludir a la magia del teatro y al sentimiento del espectador que, desde niño, ha ingresado en ella.
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