La muerte había sido vivenciada por
él desde la niñez y la adolescencia.
El golpe recibido él los cuatro
años con la pérdida de su padre no sería ni el primero ni el último. Nacido en un hogar sumamente
humilde y, por lo tanto, conocedor
de necesidades desde que lloró por
primera vez para poder vivir,
los recibió nuevamente a los catorce
años, esta vez con mayor
intensidad. Con la cobranza de
la primera quincena fue a
entregársela a la madre postrada
en el lecho hacía tiempo, pues
padecía de una vieja lesión cardíaca
tan grave que la emoción de este
hecho le causó la muerte.
Tardó en tomar conciencia de
este hecho natural, para él tan aciago
y que desconocía, traumatizándolo
para toda su vida, obsesionado por
ella.
Desde, tan temprana época y en un
empecinado intento por vencer la
fatalidad su existir transcurrió
en un anhelo de infinitud que se
mantuvo presente hasta en la obra
última, un par de rosas que sus
amigos habían colocado en un
simple vaso frente a la ventana
del cuarto del enfermo.
Solamente al final de su
trayectoria la sociedad reparó en la
queda trascendencia creadora de
Diómede, que prefirió luchar
independientemente sin adscribirse
a los multifacóticos "ísrnos"
conternporáneos comprometiéndose
en la búsqueda de nuevas
visiones o aun más en la
profundización de las ya alcanzadas.
La suya no fue una actitud de
automarqinación sino simplemente
la necesidad de un tiempo distinto
e individual. Ciertos hitos fundamentales marcan
su recatada vida públlca: su nombramiento de
académico (1973) y dos
exposiciones, las de 1958 y 1974.
La póstuma (1975) constituyó un
lanzamiento a una dimensión extratemporal donde sus obras quedaron
ya, por fin, dolorosa e
inevitablemente concluidas.
Naturaleza muerta - óleo, 1967
Poco tiempo antes de su muerte
fue designado miembro titular de la
Academia Nacional de Bellas
Artes (5 de mayo de 1973) para
reemplazar al arquitecto Mario
J, Buschiazzo. Aportaba su peculiar
propuesta estética desde un
lenguaje singular, imprimiéndole
valores universales y vivificados
cada vez que pintaba o dibujaba.
Un justo reconocimiento
Una exposición significa, para
cualquier artista, la posibilidad de
recibir ese aliciente especial que
requiere para seguir creando, quizá
para mantener el mismo ahínco,
quizá para hacerla con más fe
y pujanza. Pensemos que esta
confrontación con el medio le
permite adquirir nuevos o renovados
parárnetros internos y que éstos,
más allá de la afirmación, negacíón,
cambio o continuidad, siempre
ejercen un impulso de activación:
y no es para menos, el pintor,
al exponer sus obras, se expone con
ellas porque las siente parte de
sí.
En el riesgo podrá cosechar el
éxito o el fracaso, sentir á lél
comprensión, la admiración, el
rechazo o, en el peor de los caso= ,
la indiferencia, Lo importante
es que estará ante ese espejo
que son sus semejantes, A lo largo
de la historia existieron "galerías
de arte" que sirvieron de marco
para que este fenómeno se
produjese una y otra vez; salones,
museos palacios, castillos, templos,
muros, cuevas, así lo atestiguan, y
aunque la posición y la
proyección del artista en la
sociedad fueron variando, la
expectativa de respuesta siempre
acompañó al autor con la misma
intensidad,
Bien podemos imaginar lo que
sintió Diomede aquel 12 de
noviembre de 1958, día en que se
inauguraba su primera muestra
retrospectiva en el Museo Nacional
de Bellas Artes 2, Allí se exponían noventa y siete obras, el producto
de largos años de trabajo
plagados de sacrificios realizados
por este hombre poco afecto
a las exteriorizaciones públicas y
mucho menos a las formalidades
de todo tipo.
"Duraznos", 1960.
No había llegado a tal instancia
por casualidad sino por causalidad
llena de merecimientos y el hecho
llevaba en sí connotaciones
especiales; era un órgano oficial
de la importancia del Museo
Nacional el que le abría sus puertas
en señal de justo reconocimiento. En esa ocasión el crítico
Córdova Iturburu expresó desde las
páginas del diario Clarín: "La
excelente iniciativa de la dirección
de nuestro Museo de Bellas Artes
de realizar algo así como una
sistemática revisión de valores
argentinos a través de una serie de
exposiciones panorámicas de
algunos artistas, ha tenido, hace
unos días, un comienzo
.~ inmejorable" 3.
Jorge Romero Brest, entonces
director de la institución, señalaba
que el museo iniciaba una serie de
muestras" ... en las que se
aspira a presentar artistas
nacionales de valor, que por algún
motivo no sean suficientemente
considerados o porque estime
necesario rever el juicio que se
tenga sobre ellos" 4.
Un altísimo honor que debió haber
reconfortado su exquisita
sensibilidad, pero que, sin embargo,
no desvió su modestia frente a la
vida y el trabajo. No en vano solía
decir que lo único que le interesaba
era aprender y que la gente que
concurría a sus exposiciones debía
hacerla para ver y juzgar lo
1 aprendido, porqueen caso contrario
resultaría una pérdida de tiempo.
El gran homenaje
Dieciséis años después de la
exposición del Museo Nacional de
Bellas Artes, el 27 de julio de 1974,
el centro de arte LAASA abría sus
puertas para exhibir una comprensiva
muestra compuesta por ciento
treinta y nueve obras, que incluía
desde una naturaleza muerta de 1928
hasta Manuel, de 1973.
Aquellos que la visitamos nos
encontramos frente a un mundo de
belleza suspendida, de refinamientos
colorísticos, joyeles magníficos queparecían surgidos como por arte de
magia sin la intervención de las
manos del artesano, y no obstante
involucraban necesariamente la
existencia de un cuidadoso hacedor
de esos prodigios a través de un
laborioso proceso, pero, por sobre
todo. la existencia de un creador
poseedor de una extraordinaria
capacidad técnica puesta al servicio
incondicional de su concepción del
arte y de su filosofía vital.
Tras el recorrido silencioso, la
lectura despaciosa, el reconocimiento
deslumbrado, irrumpieron las
preguntas, las reflexiones, los
planteos.
¿Por qué el retrato?
Parecería que Diomede evadió
voluntariamente las acuciantes
presiones de la gran ciudad y del
tiempo urbano en que le tocó vivir.
Parecería también que permaneció
indiferente ante las crisis estéticas
de nuestro siglo, que su
concentración en el trabaja lo aisló
como en un laboratorio científico.
Sin embargo, vemos entre sus obras
gran cantidad de retratos y, en la
mayoría de los casos, el nombre
(Renzina, Pascual, La Chola,
Autorretrato) nos habla de una
relación directa, afectiva, que
enseguida disipa la idea de
considerarlos meros estudios
formales, y reubica al pintor porque
evidencia que la escisión
medio-artista no existía.
Autorretrato, óleo, 1944
El hombre es en el espacio y en
el tiempo; ambos lo transforman e
imprimen en él sus huellas.
Diomede tomó a ese ser humano sin
sublimaciones, se aproximó a él,
lo observó detenidamente y lo
captó en un momento dado, pero una
sola visión no lo satisfizo. le
pareció demasiado accidental,
precaria. Pasó el tiempo, volvió al
modelo y su ojo analítico descubrió
los sutiles cambios que había
sufrido. Modificó el retrato, pintó
esa nueva apariencia: las arrugas,
el ceño más pronunciado, algunas
manchas. Así. una y otra vez
el soporte recibió la reelaboración del
aspecto físico y psicológico
del retratado. Plasmó la maduración. Todos
somos la síntesis de lo que fuimos.
Al revelar esa realidad estaba
asumiendo al hombre en una dimensión espacio-temporal más
radical.
En esta especial concepción no
cupieron, por cierto, lo anecdótico, el
detalle, la puesta en escena; se
destacaba la soledad de la
figura, concentrada en sí misma,
privilegiada y enriquecida por el uso
complejo del color, que le daba
vida plástica.
Quizás eligió el retrato porque su
lenta factura le permitió establecer
una íntima, inédita relación con
el ser humano, de la cual surgió una
interpenetración de almas que
produjo una obra de arte en
elaboración constante como la
vida misma.
En busca de esencias
El hombre actual ha perdido su
identidad, está inmerso en la
materia y, en su relación con la
naturaleza y los objetos, solo
le preocupa la posesión y el más
feroz de los utilitarismos.
Ha roto el equilibrio, ha hecho del
cosmos un caos turbulento e
incomprensible.
Diomede, extremadamente sensible,
percibió el peligro que significaba
dar el salto en el vacío y se
apartó de él.
Durante toda su vida
se acercó con humildad a las
cosas y al paisaje tratando de
develar las esencias, intentando
restablecer un orden armónico que él
intuía. Se propuso calar cada
vez más hondo y para ello se
plegó a la naturaleza sin perturbarla,
pero sin perder su conciencia
refleja. La contemplación serena,
el respeto profundo le fueron
descubriendo un mundo mucho más
estable, de cambios cíclicos,
en el que la muerte es
constantemente superada por el
renacer.
El mismo método de
trabaja que adoptó se ajustó
sabiamente a ese ritmo y buscó
plasmar la fuerza avasallante de lo
vital y su patentización a través
de lo sensible. El leit motif es la
luz, esa luz que sugiere la forma,
que hace vibrar el color y que, en
definitiva, informa la materia.
Ir tras las esencias significa ir
tras la posibilidad de la extrema
síntesis, que el maestro logró sin
teorizaciones ni intelectualismos
como una tarea de vida y de '
reflexión, cotidiana y callada. Cada
mirada amorosa, cada pincelada,
cada velatura, formaban parte del
gigantesco esfuerzo por hacer aflorar
el impulso creador y dar la
más rotunda negativa a lo confuso,
lo arbitrario, la nada.
Retratos, naturalezas muertas, flores,
paisajes, no fueron pretextos
temáticos para desarrollar un
discurso plástico; mediante una
verdadera reminiscencia, recuerdo y
evocación, el pintor fue
adentrándose en ellos con el fin
de encontrar tan siquiera la
sombra de la forma perfecta y
devolverle al arte el equilibrio y la
belleza del orden inteligible.
Juego de transposiciones
Poseer la cualidad de tener amigos
verdaderos y no circunstanciales
quiere decir poseer un tesoro
incalculable. Una amistad representa,
al mismo tiempo, una proyección
.• de autenticidad que se busca y que
busca la autenticidad del otro
una simbiosis con el inmenso
poder de subsistir más allá de la
muerte. El tiempo de vida marca la
posibilidad de la siembra; el otro,
el de la última cosecha, la más
qrande, la valedera. Diomede
encontró este secreto sin
proponérselo, como no queriendo
darse cuenta de los logros que
sentía y valoraba profundamente
porque su meta inalcanzable era
depositar una semilla más en
quienes creía, respetaba y amaba.
Así era él, un hombre puro, íntegro,
capaz de transformar un mundo
de sinsabores en un reino pleno
de riquezas espirituales.
Flores, óleo
La exposición de 1975 5 fue fiel
testimonio de ello. Desaparecido el
maestro, sus amigos arrancaron
sus obras a la muerte, poniendo
al descubierto que belleza,
9spacio, tiempo, lenguaje y
trascendencia eran elementos que se
conjugaban en una brumosa y a
la vez transparente real idad.
Durante cuarenta años, mientras
hacía su trabajo de pintor, Diomede
había mirado hacia adentro,
hallado allí su alma y, a través de
este proceso insistencial, percibido
el sentido y la raíz del alma del
prójimo y aun la de las cosas.
Estas obras inacabadas eran el
resultado de tal meditación y en
cada una de ellas se reflejaba
esa actitud metafísica.
Como hombre que desentrañó el
significado del amor y de la humildad
se rebelaba ante la idea de
terminar un cuadro, porque
terminar implicaba poner un fin
arbitrario a la eterna y fluida tarea
del creador, y para él crear era
la única manera de vencer a la
muerte.
Por eso el que contemplaba aquella
exposición vivenciaba una
experiencia estética de magnitud
diferente. Superado el primer
momento de deleite sensible por la
riqueza cromática o el araoesco del
dibujo, el todo empezaba a
perder consistencia, a desmenuzarse
en extraño polvo de color, a
convertirse en un poético fantasma.
Recién más tarde, establecida
una relación personalizada, desde
muy adentro, recomenzaba a
organizarse con rigurosa
estructura. Se trataba de un juego
de transposiciones que iba de lo
sensible a lo inteligible para recalar
en lo espiritual y desplegarse
en una nueva conjunción,
menos corpórea y más lúcida.
Cada uno de los pasos contenía a
los otros, de los cuales era
consecuencia lógica e indivisible; los
tres formaban una- amalgama
que se manifestaba en los
distintos pero unidos aspectos de
su personalidad.
La "cocina" del pintor
El artesano fue perseverante,
constante, se empeñó pacientemente
en extraer de los colores las
máximas posibilidades y las
tonalidades y matices más sutiles,
los aplicó refinadamente
obteniendo increíbles transparencias,
cuidó de los deta11es (utilizaba
una sola marca de pintura para cada
cuadro, cambiaba frecuentemente
los pinceles) y nunca trató de
distorsionar los cambios naturales
(pintaba sólo con luz de día, en
el mismo lugar que había
comenzado, las frutas y las flores
de la estación, etc.). Sin servilismos
ni imitaciones, desde un enfoque
autónomo radicó allí su
originalidad.
El pintor
Para Luis Seoane "El pintor que
representó Vermeer está sentado y
trabaja despaciosamente en su cuadro. Así, salvando el tiempo que
los separa, la ropa, la ciudad,
el taller, me imagino a Miguel
Diomede. Pintando lentamente en
un cartón, en una tela, deteniendo su
pincel, cambiándolo por otro de
número distinto, reflexionando,
mirando una fruta, ese higo, esa
manzana, o un paisaje, o el propio
rostro reflejado en el espejo.
Se trata de la luz, de esa luz que
huye para siempre, pues la de
mañana no será igual a la de hoy,
aunque debiera serio, piensa el
pintor. Se trata de un matiz apenas
perceptible para los demás, pero
que Diomede, el pintor, descubrió
que ayer estaba ahí sobre el
propio rostro, sobre la fruta, sobre el
árbol y que hoy no puede
encontrar. Es el secreto que trata
de descubrir, el secreto de ese
matiz".
Este angustioso planteo trató de
resolverlo plásticamente sin apelar a
la abstracción. Se valió del color
para definir los imaginarios
planos que atraviesan el espacio,
los fondos-planos, las figuras-planos
que se interseccionan, adquieren
consistencia y se diferencian,
pero al mismo tiempo están
envueltos en una atmósfera
aglutinante y persistente que evita
la descomposición en partículas.
Sin efectismos y sin falsas audacias
superó la dicotomía
geometrización-abstracción en una
renovada figuración.
El creador
El artista aspiró a la totalidad
y al absoluto, y a pesar de saber que
el intento es irrealizable, haciendo
uso de su libertad vivió en una
tensa expectativa, en un ascético
perfeccionamiento en el que cada
toque de pincel se transformó en
un gesto ritual. La práctica trabajosa no lo agotó, por
el contrario, le fue abriendo
constantemente infinitas vías,
incontables matices que se
manifestaron en el fragmento más
pequeño o en el rincón más
lejano. Ese acto de fe que fue su pintura
lo llevó a desmaterializar la materia,
a tornarla más translúcida, como
si a fuerza de proponerse
voluntariamente lo inalcanzable fuera
logrando hacer visibles las
esencias, aprehender lo inasible.
Análisis de una obra
Durante veintitrés años Diomede
trabajó con amor y paciencia en su Autorretrato con fondo verde
(1950-1973).
Forjó su rostro como summa de experiencias y vivencias,
con la fuerza de quien mucho ha
sufrido, pero como un ser non finito, al que la vida todavía
puede embatir y moldear aún más, sin el acabado que sólo la muerte
trae definitivamente. La luz estructura la obra, desprende
el fondo verde del verde saco, va penetrando y descubriendo los
rasgos físicos, la profundidad
humana de la cara, se desliza por la
frente hasta tropezar con los oscuros cabellos y estalla en el rojo pañuelo del cuello. Respeta las
formas, no las diluye, crea una
volumetría ondulante y sutil,
incorpora una atmósfera aireada, como un halo, que envuelve la
figura y, por fin, define los planos y determina el fondo que la absorbe
y neutraliza.
"Barcas" 1960
Barcas, 1943
Testimonio
El texto siguiente, que constituye
un manifiesto, fue escrito por
Miguel Diomede para Rogelia
Escalada (La Chola), su modelo, ante
una naturaleza muerta pintada
por ella:
Fue para mí una alegría. y también usted experimentó una
gran felicidad de haber pintado
por primera vez. ¡Cuántas sorpresas al ir despertando!
Ahora, puedo comprender su
soledad interior, esa gran soledad
cuando era niña.
Un mundo nuevo renacerá ante
usted. Como un amor profundo en la
soledad, hacia una emoción poética.
Hay sutilezas. Entonces
identifíquese más, trabajando, para
asimilar sus conocimientos. Si lo consigue encontrará una
experiencia creetiva. Trate de ser espontánea, sin vacilar,
lo enimico, conocerse, verse por
dentro en lo que no se puede ver pero se siente, y llegará a conocer el lenguaje de su
personalidad.
Contemplar, observar, meditar
más ... Recordar más. Sin que nadie la perturbe en el
hacer, en silencio enriquecer la
imaginación. Tiene que vivirlo, hechizarlo con poesía... hasta
emocionarnos. Así amará la vida y el arte.
Entonces la adversidad de su
existencia se traduce en
comprensión.
Le sugiero que vuelva a repetir el
mismo motivo; trate de observar más
los contrastes del verde, que hay más variedades de matices. Al repetirlo, lo conocerá mejor.
Cronología
1902 Nace en Buenos Aires el
20 de julio.
1929 Participa en presentaciones
colectivas en MEEBA y en el "Ateneo Popular de La
Boca"
1936, "Premio de Honor" del
Honorable Consejo
Deliberante. Medalla de oro
del diario Crítica.
1946
Invitado al "Premio Palanza".
1951 Invitado al "Premio Palanza"
1954 Realiza un viaje de estudios a
Italia.
1957 Primer premio del "XXV Salón
de La Plata". Invitado
nuevamente al "Premio
Palanza".
1958 Medalla de bronce en la"Exposición Universal de
Bruselas". Exposición
retrospectiva del Museo
Nacional de ---------------Bellas Artes en
Buenos Aires.
1973 Es designado académico
titular de la Academia
Nacional de Bellas Artes.
1974 Exposición retrospectiva en
LAASA (Lorenzutti Arte y
Antigüedades S. A.). Muere
en el Hospital Francés en la ---------- -----ciudad de Buenos Aires el
15 de octubre.
1975
"Obras inéditas 1934-1974"
en LAASA. |