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MARK TWAIN (1835-1910)

"He descubierto que no hay forma más segura de saber si amas u odias a alguien que hacer un viaje con él"

Mark Twain es el seudónimo de Samuel Langhorne Clemens, escritor y humorista estadounidense.

Sus mejores obras se caracterizan por un franco y a veces irreverente sentido del humor rayano en
la sátira social, además de por un acentuado realismo en cuanto al lugar en que se desarrollan sus
historias y al lenguaje utilizado por sus memorables personajes, y por un profundo odio a la hipocresía
y la opresión.

Nació el 30 de noviembre de 1835 en Florida (Missouri). Cuando contaba con cuatro años, su familia
se trasladó a Hannibal (Missouri), un puerto fluvial en el Mississippi, donde el joven asistió a la escuela

pública. Tras la muerte de su padre, en 1847, fue aprendiz en dos imprentas y, en 1851, comenzó a
crear la planchas tipográficas y a publicar notas en el periódico de su hermano, el Hannibal Journal.

Más adelante trabajó en imprentas de Keokuk, Iowa, Nueva York, Filadelfia y otras ciudades y,
después, como piloto de un barco de vapor por el río Mississippi hasta que la Guerra civil
estadounidense hizo imposible su navegación. En el año 1861, se alistó por un breve periodo de
tiempo en una compañía irregular de voluntarios de caballería del ejército Confederado (o ejército
de los estados del Sur). Hacia el final de ese año acompañó a su hermano al recién creado Territorio
de Nevada, donde probaron fortuna en las minas de plata. Al año siguiente comenzó a trabajar como
periodista en el Territorial Enterpris de Virginia City (Nevada) y, en 1863, empezó a firmar sus

artículos con el seudónimo 'Mark Twain', una expresión utilizada en el río Mississippi que significa
dos brazas de profundidad (el calado mínimo necesario para la buena navegación). Después se

trasladó a San Francisco, en 1864, y allí conoció a los escritores Artemus Ward y Bret Harte, que
le animaron a continuar con su trabajo. Al año siguiente retocó una historia que había oído contar
en las minas de oro de California. A la vuelta de muy pocos meses, el autor y su cuento, "La célebre

rana saltarina del condado de las Calaveras", adquirieron una enorme fama en todo el país.

En 1867, pronunció conferencias en Nueva York y visitó Europa y Tierra Santa. Escribió sobre estos
viajes en Los inocentes en el extranjero (1869), un libro en el que se burlaba de los aspectos del

Viejo Continente que solían deslumbrar a los turistas estadounidenses. En 1870 se casó con Olivia
Langdon y, tras una breve estancia en Buffalo (Nueva York), la pareja se estableció en Hartford

(Connecticut). Entre esta ciudad y Quarry Farm, Nueva York, escribió gran parte de sus mejores
obras en las décadas 1870 y 1880. Una vida dura (1872) rememora sus experiencias como

periodista y buscador de oro, mientras Las aventuras de Tom Sawyer (1876) describe la infancia
en un pueblo a orillas del Mississippi. Un vagabundo en el extranjero (1880) narra un viaje a pie

entre la Selva Negra, en Alemania, y los Alpes suizos. Príncipe y mendigo (1882), un libro juvenil,
basa su trama argumental en el intercambio de identidades en la Inglaterra de los Tudor. Vida en
el Mississippi (1883) combina el recuento autobiográfico de sus experiencias como piloto de barco
con una visita al Mississippi veinte años después. Un yanqui en la corte del Rey Arturo (1889)

satiriza la opresión en la Inglaterra feudal. Las aventuras de Huckelberry Finn (1884), la secuela
de Tom Sawyer, ha sido considerada la obra maestra de Mark Twain. Aunque repleta de humor y
exuberancia narrativa, no deja de denunciar los efectos de la crueldad humana. En 1884 fundó la
empresa editora Charles L. Webster and Company, en la que publicó numerosos libros, tanto suyos
como de otros autores, entre los que se encontraban las Memorias, del general Ulysses S. Grant. Diez
años más tarde, una desastrosa inversión en una imprenta automática le endeudó, por lo que dio una
gira de conferencias por todo el mundo para obtener fondos con los que pagar a los acreedores y

salvar la imprenta.

A su regreso publicó Viajes alrededor del mundo siguiendo el ecuador (1897) resultado de su
experiencia. Sus obras de las décadas 1890 y 1900 están marcadas por la amargura y un creciente
pesimismo causados por el fracaso de sus negocios y la muerte de su mujer y dos de sus hijas. Las

más destacadas de este periodo son Wilson (1894), una novela sobre un asesinato, que tiene como
trasfondo el racismo, y Recuerdos personales de Juana de Arco (1896), una biografía sentimental.
Además, escribió otros cuentos, como "El corruptor de Hadleyburg" (1899) y "Oración de guerra"

(1905), y ensayos políticos, así como el manuscrito "El extranjero misterioso" y numerosas notas
autobiográficas. Twain hizo oír su protesta en una época en que la vida en los Estados Unidos estaba
dominada por el materialismo y la corrupción de la llamada "edad dorada" posterior a la Guerra civil
estadounidense. Su obra se inspiró en los aspectos menos convencionales de su país, y marcó el fin

del dominio de los escritores procedentes del Este en la literatura estadounidense. Considerado uno
de los más destacados escritores de la historia literaria de su país, obtuvo popularidad gracias al
humor que se desprende de sus escritos, pero recibió el reconocimiento de la crítica, además, por
su uso realista de los dialectos, en especial el que se habla a orillas del Mississippi, y por su perfecto
retrato de la sociedad de su país a mitad del siglo XIX. Fue una celebridad mundial durante los últimos
años de su vida, y recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Oxford (Inglaterra), en

1907. Murió el 21 de abril de 1910 en Nueva York.

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EL FORASTERO MISTERIOSO (fragmento)

" Satán solía decir que nuestra raza vivía una vida de autoengaño continuo e ininterrumpido. Se estafaba a sí misma desde la cuna hasta la tumba con imposturas e ilusiones que tomaba por realidades, y esto convertía su vida entera en una impostura. De la veintena de buenas cualidades que imaginaba tener y de las que se envanecía, en realidad no poseía prácticamente ninguna. Se consideraba a sí misma como oro, y era solamente latón."

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DIARIO DE ADAN Y EVA (fragmento)

DIARIO DE ADÁN

Lunes

La nueva criatura de pelo largo me sale al paso a cada momento. No deja de rondarme y de perseguirme.
No me gusta, no estoy acostumbrado a tener compañía. Preferiría que se quedara con el resto de los

animales... Día nubloso, con viento en el oeste. Creo que tendremos lluvia... ¿Tendremos? ¿De dónde he sacado esa palabra? Ahora lo recuerdo: la usa la nueva criatura.

DIARIO DE EVA

Sábado

Ya tengo casi un día de edad. Llegué ayer. O al menos eso creo. Y debe ser así, pues si hubiera un día
antes de ayer, yo no estaba allí cuando ocurrió, o lo recordaría. Podría ser, desde luego, que sucediera,
y que no estuviera prestando atención. Bien, desde ahora estaré atenta y si ocurre algún día antes de
ayer, tomaré nota. Lo mejor será empezar bien y no mezclar las cosas, pues la intuición me dice que
algún día estos detalles serán de capital importancia para los historiadores. Pues me siento como un

experimento. No creo que nadie pueda sentirse más experimento que yo, y por eso estoy casi
persuadida de que eso es lo que soy: un experimento, sólo un experimento y nada más. Pero, si soy un
experimento, ¿soy todo el experimento? No, creo que no. Creo que los demás también forman parte
de él. Soy la parte fundamental, pero creo que los otros también tienen un papel en el asunto. ¿Es
segura mi posición, o debo estar atenta y cuidar de ella? Quizá lo último. Mi intuición me dice que la
eterna vigilancia es el precio de la supremacía. (Una buena frase, me parece, para alguien tan joven).
Hoy todo parece mejor que ayer. Y es que ayer, con las prisas por terminar, las montañas se
amontonaron, desiguales, y algunas de las llanuras quedaron tan desordendas y llenas de restos y
basura, que daba pena verlas. Las obras de arte nobles y hermosas no deberían estar sujetas a la
prisa; y este espléndido nuevo mundo es de hecho la obra más noble y hermosa que concebirse pueda.
Y sin duda está muy cerca de ser perfecta, a pesar de la brevedad del tiempo transcurrido. Hay

demasiadas estrellas en algunos lugares y pocas en otros, pero podrá enmendarse, no me cabe duda.
Anoche la luna se soltó y cayó del marcoo: una grave pérdida, sólo pensarlo me rompe el corazón.

De todos los decorados y adornos, no hay nada que pueda comparársele en belleza y terminación.
Habría que haberla ajustado mejor. Si pudiéramos recuperarla...
Pero, desde luego, no hay modo de saber dónde está. Y, además, quién la encuentre la esconderá.
Lo sé porque yo misma lo haría. Creo que en todo lo demás soy honrada, pero empiezo a comprender
que la esencia y el núcleo de mi naturaleza es el amor por lo bello, una auténtica pasión por lo bello,
y que no sría prudente fiarse de mí en el caso de toparme con la luna de otra persona si ésta no
supiera que la tengo. Podría devolver una luna que encontrase de día, porque temería que alguien
me hubiese visto. Pero si la encontrase en la oscuridad, estoy segura de que daría con alguna excusa
para no decir nada. Porque adoro las lunas, son tan hermosas, y tan románticas. Me gustaría que
tuviéramos cinco o seis. No me iría nunca a la cama y no me cansaría de mirarlas tumbada en el

banco de musgo.
También las estrellas están bien. Me gustaría atrapar algunas para adornar mi cabello. Pero supongo
que no lo lograré. Te sorprendería saber lo lejos que están, porque no lo parece. Anoche, cuando
aprecieron por primera vez, traté de bajar algunas con un palo, pero no alcanzaba, lo que me
extrañó. Entonces probé a tirarles puñados de tierra hasta cansarme, pero no conseguí ninguna.
Fue porque soy zurda y no soy buena tirando. Incluso cuando apuntaba a la que no quería, no era

capaz de darle a la otra, aunque alguna vez las rocé, pues ví la masa negra del terrón dirigirse al
centro de varios ramilletes cuarenta o cincuenta veces y errarles por poco. Si hubiera aguantado

un poco más, tal vez habría atrapado alguna.
Así que lloré un ratito, lo que es natural, supongo, en alguien de mi edad, y cuando me repuse cogí
una cesta y me dirigí hacia uno de los extremos del círculo, donde las estrellas están más cerca del

suelo y podía cogerlas con las manos, lo que desde luego era preferible, porque entonces podría
cogerlas con cuidado, sin romperlas. Pero estaban más lejos de lo que pensaba y finalmente
claudiqué. Estaba tan cansada que no era capaz de dar un solo paso. Además, tenía los pies
magullados y me dolían muchísimo.

No pude regresar a casa, estaba demasiado lejos y empezaba a refrescar. Pero encontré a
unos tigres y me cobijé con ellos. Estuve comodísima, y su aliento era delicioso, dulcísimo, porque
se alimentan de fresas. Era la primera vez que veía a un tigre, pero los reconocí al intanste por las
rayas. ¡Ojalá pudiera hacerme con una de esas pieles! Me haría un traje precioso.
Hoy consigo hacerme una idea más cabal de las distancias. Estaba tan ansiosa por apoderarme de
todas las cosas bonitas que veía, que me atolondraba al ir a cogerlas, y a veces estaban demasiado
lejos, y otras, aun cuando no fuera más que seis pulgadas, creía que estaban a un pie, y encima

¡con espinas por medio! He aprendido una lección, y tambíén formulé un axioma sólo para mí, el
primero: El Experimento arañado rehuye las espinas. Creo que es muy bueno para ser de alguien
tan joven.
Ayer por la tarde seguí de lejos al otro Experimento por ver para qué servía, si es que lograba
descubrirlo. Pero no fui capaz de averiguarlo. Creo que es un hombre. Nunca había visto a un
hombre, pero lo parecía, y estoy segura de que eso es lo que es. Constato que me provoca más
curiosidad que ningún otro reptil. Si se trata de un reptil, que creo que lo es, pues tiene el pelo
desaliñado y los ojos azules, y todo el aspecto de un reptil. No tiene caderas, hacia abajo se afina
como una zanahoria, y cuanso se yergue se despliega como un abanico. Así que pienso que es un
reptil, aunque quizá me confunda su aspecto.
Al principio le tenía miedo y echaba a correr cada vez que volvía, pensando que se lanzaría en pos
de mí. Pero después me di cuenta de que lo único que quería era alejarse; a partir de entonces perdía
la timidez y lo seguí por todas partes durante horas, a unas veinte yardas, lo que le ponía nervioso y
parecía desagradarle. Al final estaba bastante preocupado y se subió a un árbol. Esperé un buen rato,

luego abandoné y me fui a casa.
Hoy ocurrió lo mismo. De nuevo le hice subirse al árbol.

Domingo

Aún sigue allí. Descansando, al parecer. Pero no es más que un subterfugio: el domingo no es día de
descanso, para eso se ha designado el sábado. Me parece que la criatura está más interesada en
descansar que en ninguna otra cosa. A mí, me cansaría descansar tanto. Ya me cansa permanecer
sentada observando el árbol. Me pregunto para qué sirve: nunca le veo hacer nada.
Anoche devolvieron la luna, ¡me puse tan contenta! Creo que es muy honesto por su parte. Luego
volvió a resbalarse y a caer, pero ya no me inquieto: no hay necesidad de preocuparse con vecinos
así, estoy segura de que la devolverán. Ojalá pudiera hacer algo para demostrarles mi aprecio. Me

gustaría enviarles algunas estrellas, pues tenemos más de las que necesitamos. Quiero decir yo, no
nosotros, pues veo que el reptil no se preocupa por esas cosas.
Tiene un gusto rastrero y no es amable. Al acercarme ayer, de anochecida, se había bajado del árbol
y estaba tratando de atrapar a los pececitos veteados que juegan en el estanque, y tuve que tirarle
tierra para hacerle subir de nuevo al árbol y que los dejara tranquilos. ¡Me pregunto si sirve para eso!
¿Es que no tiene corazón? ¿No siente ninguna compasión por esas pobres criaturas? ¿Acaso ha sido
concebido y diseñado para tan innoble trabajo? Por su aspecto se diría que sí. Uno de los terrones
que le tiré le dio detrás de la oreja y entonces usó el lenguaje. Sentí un escalofrío, pues era la
primera vez que oía hablar, salvo cuando yo lo hacía. No entendí las palabras, pero parecían
expresivas.
Cuando descubrí que podía hablar sentí un renovado interés por él, pues me encanta hablar,
hablo todo el día, incluso en sueños, y soy muy interesante, pero si tuviera a otro a quien hablar sería
doblemente interesante y jamás pararía, si así lo desease.

Si ese reptil es un hombre, no es una cosa. No sería gramaticalmente correcto llamarle cosa, ¿no?
Creo que entonces habría que decir él. Eso es lo que creo. En tal caso se declinaría de este modo:
nominativo él, dativo, a él, genitivo, de él. Bien, lo consideraré un hombre y lo llamaré él hasta que
resulte ser otra cosa. Será más práctico que seguir con tantas incógnitas.

Al domingo siguiente

He estado siguiéndole toda la semana para darme a conocer. Tuve que llevar todo el peso de la
conversación, porque estaba cohibido, pero no me importó. Parecía contento de tenerme cerca y
empleé mucho el "nosotros", tan sociable, pues parecía halagarle que lo incluyera.

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UNA FABULA DE MARK TWAIN

A Mark Twain siempre le divirtió ( y le inquietó) que la poca elucidación de los textos, discursos y
novelas derivaran en situaciones absurdas y trágicas. Por eso a la hora de escribir una fábula, elige
dar una lección de crítica literaria, acerca del complicado arte de saber leer.

Una vez un artista que había pintado un pequeño cuadro muy hermoso, lo colocó de modo que pudiera
verlo reflejado en un espejo.

Se dijo: "Esto duplica la distancia y lo suaviza, y de ese modo es dos veces más bello de lo que era
antes".

Los animales del bosque se enteraron de esto por el gato, que era muy admirado por aquéllos en
razón de su mucha ilustración y de ser tan refinado y civilizado, y tan cortés y educado, y porque
podía contarles tanto de lo que ellos no conocían antes, y de lo que después no se sentían convencidos.

Esta nueva información los tenía muy excitados, y hacían preguntas a fin de poder enterarse del
hecho por completo.

Preguntaron qué era un cuadro, y el gato les explicó:-Es una cosa plana -dijo-; magníficamente
plana, maravillosamente plana, encantadoramente plana y elegante. ¡Y tan hermosa!

Esto los excitó casi hasta el frenesí, y dijeron que darían el mundo por verla.

Luego el oso preguntó:-¿Qué es lo que la hace tan hermosa?

-Su aspecto -dijo el gato.

Esto los llenó de admiración y de incertidumbre, y se sintieron todavía más excitados.

Luego la vaca preguntó:-¿Qué es un espejo?

-Es un agujero en la pared -dijo el gato-. Miráis en él, y allí veis el cuadro, y éste es tan delicado y
encantador y etéreo y tan sugerente en su inimaginable belleza, que os da vuelta la cabeza y casi
desfallecéis de éxtasis.

El asno, hasta ese momento, no había dicho nada; entonces empezó a proferir dudas. Dijo que
nunca había habido antes una cosa tan hermosa y que, probablemente, tampoco la había ahora.
Dijo que cuando se necesitaba una caterva tan grande de adjetivos para ensalzar la belleza de
una cosa había llegado el momento de entrar en sospechas.

Era fácil de ver que estas dudas ejercían su efecto sobre los animales, de modo que el gato se
alejó ofendido.

El tema fue olvidado por un par de días, pero en el ínterin la curiosidad fue tomando nuevo impulso,
y se produjo un perceptible revivir de interés. Entonces los animales abrumaron con preguntas al
asno, empujados por el insensato prurito de dañar lo que, posiblemente, hubiera podido ser para
ellos un placer, en base a la mera sospecha de que el cuadro no era hermoso, sin tener ninguna
evidencia de que ése fuera el caso.

El asno no se molestó; estaba calmo, y dijo que había un solo medio para descubrir quién tenía razón,
él o el gato: iría, pues, al lugar y miraría en ese agujero, y volvería y les contaría lo que había encontrado allí.

Los animales se sintieron confortados y agradecidos, y le pidieron que fuera en seguida, cosa que aquél hizo.Pero era el caso que no sabía dónde colocarse, y así, erróneamente, se puso entre el cuadro y el espejo. El resultado fue que, al quedar tapado, aquél no se reflejó en el espejo.

A su regreso el asno dijo:-El gato mintió. En el agujero no había otra cosa que un asno. No había signos dehaber una cosa plana visible. Era un asno hermoso y manso, pero nada más que un asno, y no otra cosa.

El elefante preguntó:-¿Lo visteis bien y claramente? ¿Estuvisteis cerca de él?

-Lo vi bien y claramente, oh Hathi, Rey de las Bestias. Estuve tan cerca de él, que nos entrechocamos las narices.

-Esto es muy extraño -dijo el elefante-; el gato siempre fue antes verídico, hasta donde pudimos
comprobarlo. Hagamos que pruebe otro testigo. Id, Baloo, mirad en el agujero, y volved para informarnos.

Así, pues, el oso fue a ver. Cuando volvió, dijo:-Tanto el gato como el asno han mentido; en el agujero no había más que un oso.

Grande fue la sorpresa y la consternación de los animales. Ahora todos se sentían ansiosos de comprobar por sí mismos y de obtener la verdad. El elefante los envió a uno por vez.

Primero, la vaca. Ésta no halló en el agujero otra cosa que una vaca.

El tigre no halló en él otra cosa que un tigre.

El león no halló en él otra cosa que un león.

El leopardo no halló en él otra cosa que un leopardo.

El camello halló un camello, y nada más.

Entonces Hathi se enfureció, y dijo que obtendría la verdad, aunque tuviera que ir él a conseguirla por sí mismo. Cuando regresó, acusó a todos sus súbditos de embusteros, y se sentía tremendamente furioso por la ceguera moral y mental del gato. Dijo que nadie sino un estúpido cegatón podía ver en el agujero otra cosa que un elefante.

MORALEJA, POR EL GATO:

Podréis hallar en un texto cualquier cosa que traigáis, si os colocáis entre él y el espejo de vuestra
imaginación. Podréis no ver vuestras orejas, pero ellas estarán allí.

Fuentes:
http://www.epdlp.com
http://www.elaleph.com

 

© Revista de Artes
Buenos Aires - Argentina

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