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UNA LECTURA DE SIN RUMBO, de Eugenio Cambaceres:

 

LA IDEA DEL CASTIGO DIVINO

 

 

por Olga Appiani de Linares *

 

 

"A la voluntá de Dios

 ni con la intención resisto..."

 (La vuelta de Martín Fierro; VI, 3103)

 

"Todo el que abre el seno materno, mío es."

 (Biblia; Éxodo, 34.19)

               

INTRODUCCIÓN

  

   A fines del siglo XIX las doctrinas positivistas, la teoría de Darwin y el importante desarrollo de la ciencia y sus métodos ponen en entredicho la fe, única base de las religiones. El naturalismo, de la mano de Zola, llega a los ambientes literarios, provocando intensos debates. En la Argentina, los sectores más cultos adhieren, con mayor o menor entusiasmo, a estos postulados y los escritores de la "generación del 80" evidencian en sus obras estas nuevas formas de ver el mundo y se manifiestan escépticos o, directamente, no creyentes. Pero,  como en su mayoría habían sido educados en el catolicismo, es de suponer que la fórmula pecado-sanción estuviese impresa en su 'yo' íntimo.

Freud ha dicho que "el yo no puede huir de sí mismo",  añadiendo que ignoramos el origen de nuestras ocurrencias, así como el proceso de elaboración de nuestras conclusiones intelectuales. Por lo tanto la obra artística, tan ligada a procesos fuera del control consciente, expresaría, con toda probabilidad, las más hondas creencias de quien la crea.


En la novela Sin rumbo, de Eugenio Cambaceres, pese al proclamado desprecio de Andrés, su protagonista, hacia la figura divina ("Dios no es nadie", "Dios, un absurdo espanta pájaros inventado por la collonería de los hombres"), parecería manifestarse simbólica o metafóricamente, la presencia de un Dios terrible, cuyos ojos todo lo ven y de cuya ira nadie puede sustraerse. Y si bien en el terreno de la crítica literaria se aconseja siempre no trazar paralelos entre la obra, su narrador o personajes con el propio autor, resulta difícil no hacerlo en el caso Andrés- Cambaceres. El mismo autor, en la introducción a Pot-Pourri, confiesa:

 

Vivo de mis rentas, y nada tengo que hacer [...] No quiero ni puedo hacer nada serio. [...] Muchas veces he solido preguntarme: ¿para qué diablos hubiera podido yo servir, cuál es mi vocación, en qué ramo de la actividad humana habríame sido dado descollar? Mi excelente madre se empeñaba en hacer de mí un abogado. Amándola con delirio, no me sentí con fuerzas bastantes para contrariar su voluntad, sagrada para mí, y estudié derecho. Entendámonos. Más que vida de estudio, fue la mía, vida de placeres y de holganza. Mimado por mis padres, con dinero a discreción y el libre arbitrio más absoluto, frecuentaba los salones, teatros y paseos [...] Sentí el vacío a mi alrededor, avergonzado de la esterilidad de mi vida... No hay vuelta que darle por más que chille el amor propio: soy un hombre completamente "raté".

 

Hay en esto semejanzas evidentes con el actor de Sin rumbo, lo que permite suponer que, a través de él, Cambaceres expone, acaso sin notarlo, sus propios temores y conflictos. Goethe, tremendamente deprimido por un desengaño amoroso, fantaseando con el suicidio, escribió Werther tomándose como inspiración. El protagonista muere. Luego de esta "muerte simbólica" derivada, Goethe confesó que se había sentido libre para comenzar a vivir de nuevo, como si junto con ese "otro yo" literario hubiese matado su dolor. No ha de ser el único. Mi idea es que en Sin rumbo existen elementos textuales que permiten imaginar una representación simbólica del tradicional castigo divino hacia aquellos que no respetan los dogmas y preceptos religiosos. A los fines de brindar apoyo a esta conjetura, procederé a relevar dichas vinculaciones.

 

"...Y TODO SER VIVIENTE LLEVARIA EL NOMBRE  QUE LE IMPUSIERA EL HOMBRE..." (Biblia, Génesis, 2.19)

Los nombres que se les adjudican a los personajes casi nunca son casuales. ¿Por qué no imaginar, entonces, que el nombre del protagonista de Sin rumbo podría tener cierta conexión con la historia bíblica? El nombre Andrés proviene del griego "andros" (hombre) y siendo Adán el primero, es el Hombre por excelencia.

 

Adán simboliza al primer hombre y la imagen de Dios [...] Es el primero en el sentido de que es responsable de todo el linaje que desciende de él [...] Adán es el más hombre de los hombres [...] Está hecho "a imagen de Dios". Desde un punto de vista simbólico, se puede entender la expresión en el sentido de que Adán es la imagen de Dios, como una obra de arte es la imagen del artista que la ha realizado. (Chevallier-Gheerbrandt, Diccionario de los símbolos,  Herder, Barcelona, 1995)

 

Asimismo, Donata,  cuyo nombre significa la que es dada, podría equipararse a Eva, creada como compañera de Adán y entregada por Dios a él.

 

"SERA  UN  TIEMPO  DE  ANGUSTIA, CUAL NO LO  HUBO..." (Biblia, Daniel, 12.1) 

La imagen de Dios, pero distinta de Dios, es la que Adán simboliza. De allí derivan [...] la conciencia, la razón, la libertad, la responsabilidad, la autonomía, privilegios todos del espíritu, pero de un espíritu encarnado, pues es solamente a imagen de Dios, y no idéntico a Dios.  (Chevallier-Gheerbrandt, Op. Cit.)

 

   Andrés es un ser devorado por el hastío, despreciativo hacia todo y todos, incluido él mismo: "¡Qué rumbos había seguido, qué rastros había dejado, qué cosa había hecho en toda su vida, buena, digna, noble, útil, sensata siquiera...!". Acostumbrado a actuar por impulsos, hace su voluntad sin mayor consideración por las consecuencias. Cuando Donata queda embarazada no parece recibir mal la noticia, pero se marcha igualmente a Buenos Aires, dejando a la muchacha sola ante el porvenir.

 

 

Sólo cuando está harto de su nueva amante, de la vida mundana, de sí mismo, comprende que "nada en el mundo le halagaba [...] nada lo vinculaba a la tierra [...] nada le importaba, nada quería, nada poseía, nada sentía" y, casi al borde del suicidio, recuerda su paternidad. En el fondo, solo busca salvarse a través de ella, hallar un sentido a su vida "sin rumbo".

Ya en viaje hacia el  hijo todavía desconocido sueña haber engendrado un monstruo, al que sin embargo defiende: "le hacía un escudo con su cuerpo, y como amparan las comadrejas acosadas a sus crías, se lo echaba al seno y disparaba". Devorado por la angustia,  supone por un momento que Donata le ha mentido, o que se ha equivocado al imaginarse embarazada; peor aún, que hubiese podido cometer “algún monstruoso atentado".

Pero la criatura existe y, desafiante, Andrés proclama su paternidad; y, aunque primero pasa por "un sentimiento de inconfesa repulsión",  luego siente por ella  un amor apasionado. Se horroriza ante la ignorancia de la partera, "aquella bestia" en manos de la cual la criatura corre el riesgo de que "el día menos pensado se la llevara Dios".

He aquí una contradicción flagrante: si Dios es nadie ¿cómo puede llevársela? No es la "vieja ignorante y bruta" la que dice tal cosa, es el descreído Andrés, el mismo que no mucho antes ha negado a Dios.

Y quien, de allí en adelante, vivirá en un perpetuo oscilar entre el paraíso -el amor y la felicidad brindados por su hija- y su infierno particular: la íntima convicción de su futura pérdida. "¿Qué suerte correría su pobre Andrea? ¿Pagaría su deuda sufriendo ella también?"; porque "él había sido un bellaco, un miserable; que purgara sus culpas, que el cielo lo castigara, ¡era justicia!".

En el esfuerzo "por remontarse en alas de una fe ficticia hasta la noción de Dios", ¿no intenta acaso congraciarse con Él, evitar el castigo que intuye le llegará a través de Andrea? Después de todo, la niña trae "en la frente la marca impura de su origen": es hija "natural", hija "de china..."

Andrés, “salvado” por la niña, se reconcilia con el mundo y se empeña en superar "los quebrantos sufridos en su fortuna" por los anteriores derroches: la hacienda aumenta, la hipoteca de la estancia es cancelada. "Todo [...] le sonreía". Pero no logra disfrutarlo a pleno: "una alarma, una sorda aprensión, un miedo extraño, un vago y confuso terror al afrontar con la mente el porvenir." lo acosan de continuo.

 

"ME ENTREGARAS  AL PRIMOGENITO DE  TUS  HIJOS" (Biblia, éxodo, 22 .28) 

 

Según el Diccionario de los Símbolos ya citado, Adán simboliza la falta original, la perversión del espíritu, el uso absurdo de la libertad, el rechazo de toda dependencia; al rechazar su dependencia del Creador, condición misma de su vida, sólo puede hallar la muerte.

Finalmente, una acumulación de acontecimientos infaustos, que bien podría llamarse ira divina, cae sobre Andrés: primero, la tormenta -¿una analogía con el Diluvio?- seguida por un frío que deja un "tendal de ovejas muertas"; también "una punta de vacas [...] se ha azotado al arroyo, ahogándose muchas de ellas", según le informa Villalba.

Pero estos hechos no afectan a Andrés más que un plano superficial; pero cuando la niña  enferma de gravedad, se instala en él el más profundo horror al imaginarla muerta.

En numerosas secciones de la Biblia se relata el sacrificio de ganado  para honrar a Dios o como ofrenda expiatoria. Resulta sugestiva, entonces, la mortandad que asola la hacienda de Andrés.

¿Puede pensarse que, porque esta especie de “ofrenda” no implica una cesión importante, porque no le importa demasiado, llega la exigencia de otra,  un castigo que sí hará mella en él?  

La escena en que el médico opera a la niña recuerda fuertemente el degüello sacrificial, y el narrador acentúa esta sensación al decir que al trastornado padre "la desgraciada criatura le hacía el efecto de un cordero degollado".

El cordero, además de ser la imagen de Cristo, es la prenda expiatoria por excelencia, fuertemente conectada en el plano simbólico a lo religioso, incluso fuera del cristianismo. Por esta cuestión fue que el Concilio de Constantinopla, en el año 692, ordenó al arte cristiano no representar a Cristo crucificado bajo tal forma, sino con rasgos humanos, buscando evitar así toda confusión con otros cultos y creencias.  

Por otra parte, el cordero también se asocia a la dulzura, la inocencia, la pureza, virtudes que siempre se consideran propias de la infancia y que Andrés, de forma explícita, ha adjudicado a su hija. Andrea que, al igual que el animalito, está impedida de hablar, sumando así todas las condiciones para ser identificada con él.

 Desesperado, Andrés intenta "sobornar" a Dios. Jura "¡creo en ti, creo en todo, con tal que me la salves!". Por primera vez en su vida ruega, llora, se humilla. Sin embargo Dios, al parecer, no lo oye, y Andrea muere tres días después de haber caído enferma.

Ese tres tiene también un valor simbólico: Jesús resucita al tercer día y, por esa resurrección, el cordero –que Él es- representa también el "alma elevada hacia las esferas celestes por la Gracia redentora"  (Chevallier-Gheerbrandt, Op. Cit.), tal como podría interpretarse que sucede en el momento de la muerte. Andrea, cordero inocente, alcanza así la redención de su "pecado de ilegalidad".

 

"EL HUMO DE SU TORMENTO SUBE..." (Biblia, Apocalipsis, 14.11)

 Pero no hay redención para Andrés; él no es Abraham y no se resigna al designio que se ha llevado a su hija; puesto que no ha podido defenderla ni conservarla, ya nada tiene sentido para él y la vida, ese obsequio divino, le resulta abominable.         

Mientras arde el galpón de lanas -fuego que purifica, otro instrumento de dioses iracundos- Andrés se suicida. Así rechaza, casi se puede decir que arroja al rostro de Dios, el don que éste le había otorgado: "se sentó, se desprendió la ropa, se alzó la falda de la camisa, y tranquilamente [...] se abrió la barriga en cruz..."  Significativa expresión, en cruz, como si Andrés se crucificara a sí mismo, remedando la muerte de Cristo.

Su sangre salpica la habitación y la cama sobre la cual, como en un altar, yace el cadáver de Andrea. Todo se ha cumplido: Andrés-Adán, ángel caído y expulsado, vuelve a condenarse por su rebeldía ante la voluntad de Dios.

 

En mi opinión, los capítulos que cierran Sin rumbo presentan la imagen simbólica del Dios Inquisidor, más cruel que justo, más terrible que piadoso; una imagen que es proyectada, probablemente, de manera inconsciente,  como eco de una formación  llevada a cabo dentro de rígidas imposiciones.  Las  que,  pese a todo, resultan violadas de continuo, con la consiguiente carga de culpas y temores subyacentes en el contraventor.

Y aunque la racionalidad pretenda estar más allá de ellos, el "yo" íntimo no puede sustraérseles.

Acaso la escritura, funcionando como un exorcismo, eche fuera los demonios y los vuelva menos espantosos.

 

 

BIBLIOGRAFIA

- Althusser, Louis; Ideología y aparatos ideológicos de Estado; Ed.Nueva Visión, Bs.As. (1988)

- Ara, Guillermo, Los argentinos y la literatura nacional; Colección Temas del Hombre, Ed. Huemul S.A.; 2ª ed., Bs.As., (s/d)

- Cambaceres, Eugenio; En la sangre, Ed. Colihue, 1ª ed., 8ª reimp., Bs.As., (1996)

.........................................  Pot-Pourri, Biblioteca de Nuestro Siglo, Ed. Hyspámerica, España (1985)

.........................................  Sin rumbo, Biblioteca Básica Argentina, C.E.A.L., Bs. As., (1992) 

- Chevallier-Gheerbrandt; Diccionario de los símbolos, Ed. Herder, 5ª ed., Barcelona, (1995)

- Freud, Sigmund; Obras Completas; Biblioteca Nueva, Ed. Losada, España (1997)

- Fromm, Erich; El amor a la vida. Conferencias radiofónicas. Comp. Hans Jürgen Schultz. Ed. Altaya, Barcelona, (1997)

- Martínez Estrada, Ezequiel; Análisis funcional de la cultura; Biblioteca Básica Argentina, C.E.A.L., Bs.As., (1992). 

- Prieto, Adolfo; La literatura autobiográfica argentina; Capítulo, Biblioteca Argentina Fundamental, Serie Complementaria: Sociedad y Cultura; C.E.A.L., 1º Ed., Bs.As., (1966)

- Rama, Angel; Los gauchipolíticos rioplatenses; Capítulo, Biblioteca Argentina Fundamental, Serie Complementaria: Sociedad y Cultura/4; Bs.As., (1982).        

 

*Escritora, Licenciada en Letras (UBA), Coordinadora de talleres literarios.

 

Cuentos cotidianos y de los otros, Ed. del Dock, Bs. As., 1996.

Participación en diversas antologías de cuento y poesía : Cuentos sin respiro, Fundación El Libro, Bs. As., 2005; La última rebelión y otros cuentos de nuestra historia, Amauta, Bs. As., 2006; Grageas. 100 cuentos breves de todo el mundo, Desde la Gente, Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Bs. As., 2007.

 

 

 

 

 

 

© Revista de Artes Nº 9 - Mayo 2008
Buenos Aires - Argentina