poesía  

Buenos Aires - Argentina
Año XI - Nº 46 - Sept./Oct. 2014
         

 

TRAGEDIA DE LAPA

Teresa Ternavasio

 

 

El vuelo 3142 de LAPA,  de la  aerolínea argentina LAPA, se estrelló en el Aeroparque   Jorge Newbery  de la Ciudad de Buenos Aires el 31 de Agosto de 1999  a las 20:54 hora local, cuando despegaba hacia la ciudad de Córdoba,  protagonizando uno de los accidentes más graves  de la historia de la aviación argentina.

La tragedia  acabó con  la vida de sesenta y cinco personas, particularmente jóvenes, y  diecisiete conservaron la vida pero  les dejó imborrables huellas en el cuerpo, como para no olvidar el hecho jamás.

Todo un pueblo se hizo eco del llanto de madres,  hermanos,   hijos,  en fin,  familias enteras, que no dejarán nunca de llorar.

La sociedad perdió el valioso aporte de estas víctimas que quedaron absurdamente  borradas, sin poder transitar el camino de una vida  honesta y honorable, con marcados principios morales, como bandera y la pena ganó un desesperado grito de impotencia.

 

Para ti MADRE, que quedaste esperando un” retorno”  que se llevó el viento  del  dolor,   escribo estos versos:

 

 

Qué pena ¡tan grande pena!

hostigo  a  María,

el día  aquel  en que  los pájaros del mundo acallaron  su canto para llorar.

 

Qué pena ¡tan grande pena!

hostigo  a María,

el día aquel  en que las constelaciones depusieron sus posiciones y  las estrellas  desvariaron  rumbos.

 

Qué pena ¡tan grande pena!

hostigo   a María,

el día aquel en que el sol y la luna se abrazaron para aunar dolores .

 

Qué pena   ¡tan grande pena!

la de los habitantes del mar que se ahogaron en la tristeza,

la de  los buenos de la tierra,

la de los que sufren  porque en la noche de sus  días  jamás amanece,

la de  los muertos  empantanados  de ausencias.

 

Qué pena ¡tan grande pena!

la del poeta  porque fugaron las palabras y enmudeció  e l alma,

 

Qué pena la del ciego  porque perdió definitivamente la luz.

 

Qué pena ¡tan grande pena!

porque tembló  la noche de frío, en medio de la tormenta.

 

Porque tu  hijo marchó callado,

sin confesarte el secreto del reencuentro.

 

Porque los siglos serán siglos

Y tú

cada días te mueres un poco en esta espera  interminable.

 

Qué pena  ¡tan grande pena!

hostigo   a la Virgen María

que al reflejar su mirada en el espejo de tus ojos

salpicó su rostro con  la sangre de Jesús el Cristo,  crucificado

y comprendió  tu inmenso dolor,

idéntico al de ella.

 

ternavasio@hotmail.com

         
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