Parálisis (Breve cuento de profundo terror)
¡¡¡Ah no!!! Dijo él sin darse cuenta que fue solo para sí y clavó su mirada en las profundidades de las cavidades oculares de la parca, aunque él se encontrara en un coma irreversible y en realidad sus ojos se mantuvieran siempre cerrados.
¿No? -Se rió jocosa- ¿No qué? Ya no hay nada más que puedas hacer para retrasar lo inevitable, de un momento a otro viene alguien a tirar del cablecito y se acabó, ni el diablo te salva esta vez ¿Sabés por qué? Porqué le resulta más sabroso verte pasar por este momento que contar algún día en su abultado costal con tu desabrida alma.
Él quiso girar la cabeza para no ver la grotesca figura que se le mofaba en la cara, pero su cuerpo tieso y comatoso lo obligó a seguir mirándola.
Te prefería seductora como antes -descargó él irritado por su risa- Cuando te aparecías diáfana y enigmática con perfume a descanso imperturbable. La verdad, que yo no estaré en mi mejor forma, pero vos te viniste bastante a menos.
¿Seducirte? -Dijo la parca- ¿Para qué me voy a tomar la molestia de engalanarme como antaño? ¿Cuántas veces fallaste a tu cita con la muerte? ¿Cuántas veces me llamaste rogando a que te acogiera en mis brazos para dejarme plantada llorando las lágrimas que no tengo?
No voy a negar -ella prosiguió- que estar acá algo me divierte, pero vine porque me lo pidieron y me lo pidieron de los dos lados, no hay criatura que soporte semejante presión. Así que acá me tenés, entretenida al menos de que por fin no puedas hacer otra cosa más que mirarme de frente.
Él suspiró amargamente y preguntó seco ¿A dónde me vas a llevar?
Bueno -empezó a decir la parca provocadoramente- si me hubieses tratado mejor ahora estaríamos los dos bailando en el mejor de tus sueños, lejos ya de esa jaula que te empeñaste en empequeñecer hasta el coma cuatro. -Tras una pausa dramática continuó- Yo te quise ¿sabés? y te quise más de lo que vos quisiste a la vida -se apasionó- Añoraba la llegada de tus noches de sueño pesado para besar tus labios. Te susurraba al oído que no hicieras tonterías… pero acá estas –La parca hubiera apretado los labios de disgusto de haber tenido-.
Eso de que “me querés” se lo decís a todos -objetó él- siempre te enamoras de tooodos a los que vas a matar y después te gusta jugar con que ahora sí, ahora no, un minutito más, hasta que ¡zaz! Y pasas al siguiente.
No me ofendas que no estaré siendo dulce pero puedo ser muy amarga -Amenazó dolida la parca- Yo no los mato, me los llevo, y aunque no lo quiera debe ser a la hora señalada. Y sí, amo. Amo y mucho. ¿Vos podes decir lo mismo?
No sé por qué y sobre qué estamos discutiendo realmente –dijo él cortante- lo hecho, hecho está y acá me tenés ¿A dónde me vas a llevar?
La parca movió el aire por sus cavidades recordando a un profundo suspiro.
Fue un debate complicado de jurisdicciones superpuestas -Empezó a explicar- en el balance de tu vida todo lo que hiciste no te alcanza para entrar en el infierno y a pesar de que asentiste a diversos contratos con el averno, ELLA encontró la manera de anular sus efectos. Parece ser que a fin de cuentas tampoco resultás tan interesante por esos pagos, algo así como que no se llega a justificar la partida presupuestaria en tu caso y en el estado en el que estás, ya ni pecar podés… Podrías haber dejado de “creer” y ahora estaríamos hablando en otros términos -la parca exclamó con aguda tristeza- pero nunca me escuchaste. Yo de verdad te quise, pero ya no hay nada más que yo pueda hacer.
La parca se pronunciaba al mismo tiempo que una pequeña comisión de médicos y representantes legales atravesaba su presencia y en medio del intercambio de breves palabras y papeles firmados desconectaron todos los aparatos gracias a los cuales, él se encontraba débilmente unido a la vida.
De inmediato él se sintió ligero y flexible. Giró 360 grados lo que en otro momento habría identificado como su cuello buscando ofrecerle a la parca una sincera y amplia sonrisa, pero cuando volvió al punto de partida gritó ¡¡¡mamá!!!
ELLA estaba de pie en la cama en la que el cadáver de su hijo yacía todavía tibio cuando expresó ¡Querido, no me mirés así! No sabés el trabajo que me costó deshacer todo el lío que hiciste. Pero ya está todo solucionado. Ahora nos vamos al cielo a fundirnos juntos con el eterno. Yo sabía que no iba a poder ser de otra manera.
Si el mirar de él hubiera estado enmarcado por parpados, estos se hubieran abierto hasta saltar a la desmesura para cerrarse abruptos en un no querer mirar… pero los muertos no pueden no mirar ni desobedecer al llamado de sus profundas creencias cuando vivos.
En un estrechar de lo que podrían haber sido manos, él encontró un instante de intenso alivio al sentirse flotar en un profundo amor que hacía que su mirada se sumergiera hacia sus adentros, hasta encontrarse frente al precioso rostro de la muerte que lo contemplaba ya sin el velo de la vida -te amé- le susurró -porque como todos, fuiste único.
A él le hubiera gustado besarla así, mirándola de frente, sin los límites de la vida ni de los sueños, para también mirarse y amarse a sí mismo, un poco al menos, como ella lo había mirado y amado en su potente individualidad que ahora comenzaba rápidamente a descomponerse en una apatía celeste sin bordes ni matices. Sin espacio ni tiempo. Una abulia inconmovible de continuidad perfecta.
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