Escultura
CONSTANTINO MORI |
Por Jorge Arturo Burbridge |
|
Conocí a Constantino Mori en el mes de abril de 1936 (dispongo de esa referencia porque después de permanecer algunos años en la Capital Federal volví a Lobos en el mes y año indicados para desempeñarme como "cobrador” ' en la usina local.) , ¡Quién hubiese podido convencerme, entonces,de .que diversas circunstancias me colocarían frente a la necesidad de ocuparme con tanto respeto, tanta emoción y tanto agrado de Constantino Mori, más de 50 años después!
Mori llegó al país, procedente de su Italia natal, en el transcurso del año 1919, es decir ,poco después de firmado el armisticio de la Primera Guerra Mundial, en la cual intervino –como simple soldado. Tenía, entonces, 40 años de edad y permaneció soltero hasta el fin de sus días, acaecido --deduzco-- al promediar la década del '50.
…
La calle Bartolomé Mitre (en Lobos) nace en Buenos Aires al 1200 y se prolonga hacia el Este; pues en aquélla cuadra y media más allá de las vías del ferrocarril, vereda Norte, se afincaba Constantino Mori. Disponía de una casa-habitación y, contiguo a ésta, de una especie de galpón bastante amplio, en el cual realizaba tareas relacionadas con su oficio y estaban a la vista la bigornia, la fragua, los martillos y demás elementos indispensables para quien, como él, era uno de los cuatro o cinco herreros del pueblo.
Recuerdo... Todos los meses, después de “arreglar cuentas", yo me alejaba de la herrería pensando en ciertos personajes históricos, pues mi atención, concentrada en el rostro de Constantino Mori, recalaba, siempre, en la expresión de esas .ilustraciones de ojos en blanco que distinguen a las que se utilizan en los diccionarios y enciclopedias para reproducir las fisonomías de los hombres trascendentes de la antigüedad. Hoy, tan lejos de aquellos días, me pregunto: ¿No advertí en la dignidad de su rostro, en el brillo de sus ojos, en no sé qué suyo, el artista que realmente era Constantino Mori? ¿No se desprendía de él algún fluido misterioso que le disputara a su excepcional musculatura el predominio de una luz interior más importante? Creo que sí, pero, francamente, no estoy seguro.
…
Constantino Mori era un hombre muy corpulento (un "muy” éste, aplicado con absoluta propiedad). Su cabeza, pequeña en relación con el singular ancho de sus hombros, emergía de éstos sin el sustento del cuello, que en él resultaba imposible advertir. Se deduce, pues, que su tórax "apenas cabía" en la camiseta común que con esfuerzo lo cubría, y las mangas, cortas o largas, estiraban “cuanto daba” la trama del algodón para que el herrero pudiese por ellas deslizar sus poderosos brazos de gladiador… Creo que le vi por última vez en el transcurso del año 1939, cuando dejé mi empleo en la usina local. Confieso que la imagen de Constantino Mori se borró de mi memoria hasta 1969. A mediados de agosto de dicho año, leí en el diario La Nación que en la Galería Rubbers (Florida 935,Buenos Aires) se exponían tallas de "un tal" Constantino Mori. El hecho de que el ejemplar del citado matutino fuese de fecha un poco anterior a la de mi lectura, me impidió asistir a la exposición antes ,de su clausura. Ahogado por la emoción, "volé de inmediato a la herrería, repetí en mi memoria la figura de Mori ("mi" figu
ra; aquélla de sus 57 años); recordé su fragua, su bigornia, sus martillos y… ¡claro! ... ¿Cómo podía admitir que mi hercúleo gladiador idealizado había irrumpido en los excelsos dominios del arte por la puerta más importante? ¿Cómo conciliar sus herramientas y su sacrificada camiseta con los encendidos elogios que allí se vertían? No era fácil, por cierto. Parecía TI sueño… Fui a Rubbers inmediatamente. Me resultaba indispensable saber, cuanto antes, algo más acerca de ese acontecimiento que tanto me había conmocionado…Me atendieron con extrema gentileza y me invitaron a pasar a una especie de trastienda contigua al salón principal. Allí, aguardando vaya uno a saber qué, estáticas, fantasmales, fuera del tiempo –diría- y extrañas al medio en que ahora aparecían hacinadas, sin el orden y la luz y el esmero de la exposición reciente, estaban las tallas del hermético artista piamontés… Me asaltaron ganas de llorar y quizás haya llorado... ¿No estaban allí, acaso, mirándome, las imágenes creadas por Constantino Mori con infinita sutileza?
Me entregaron un hermoso catálogo que, además de mostrar parte de las esculturas de que se trata, contiene un comentario suscripto por el crítico Bengt Oldemburg, que reproduzco a continuación y que resulta indispensable –estimo- para cerrar como corresponde este emocionado recuerdo de Constantino Mori. |
La difícil conjunción del saber técnico y de la originalidad constituye lo que comúnmente se denomina maestría, calidad conferible sólo a una ínfima
minoría de los que se dedican a las formas de
expresión estética. El encuentro con estos seres
privilegiados siempre nos enriquece, debido ,a la
acumulación de recursos psicológicos y de oficio
que determinan su unicidad. Descubrir un maestro
significa, entonces. vivir una experiencia trascendente.
Constantino Mori fue un maestro en el arte de
tallar. El hecho de que haya permanecido desconocido -salvo para los seres que lo rodearon-
hasta 15 años después de su muerte, confirma el
segundo de sus rasgos excepcionales: una perso
nalidad original al extremo de evitar toda conta
minación comercial. El humilde herrero piarnontés
fue profundamente marcado por la primera gran
guerra en la cual participó como simple soldado,
experiencia que quizá haya determinado su futura
vocación.
Al llegar a nuestro país en 1919, a la
edad de 40 años, ejerció durante algún tiempo su
viejo oficio, pero pronto convirtió un galpón en
Lobos en un laboratorio para una indagación metafísica.
Rodeado por maderas criollas -pino, cedro y
quebracho-, Mori procedió a esbozar, a través de
un proceso en extremo lento y difícil, un vasto
panorama de la condición humana.
Soltero, aislado
de los familiares que únicamente vieron en él y sus
ocupaciones lo excéntrico, se sumergió
completamente en esa creación. Sólo así se explica
la coherencia y el nivel eje su obra, llevada a cabo sin
precedentes y sin otro estímulo que el más íntimo.
|
|
Sin embargo, los seres que constituyen la materia
prima de sus composiciones escapan de la aliena
ción. Se sitúan, al contrario,.en las antípodas de la
estereatipación y de la falta de comunicación que
suelen desvirtuar el arte de los alienados. Tampoco
pertenecen -salvo, posiblemente, en lo que
tienen
de atemporal- al arte denominado ingenuo.
Mori articula los miembros y cuerpos de sus personajes hasta transformarlos en elementos de un
lenguaje lúcido, similar a la implacable coreografía
estructural empleada por Sade. Sólo las bases, to
témicas, comparten la fuerza de ciertas expresio
nes arcaicas, como en un arte popular sublimado.
El arte combinatorio usado por Mori parte de
elementos simples, cuerpos estilizados como en un
capitel románico o una muñeca de de Chirico. El
ropaje -sugestivo de la década del 20- subraya
con habilidad la unidad de estilo, donde todo está
subordinado a un código compuesto por posturas
y episodios que a su vez transmiten un mensaje
fuerte y diferenciado. La semejanza con los infiernos de Dante no es casual -en un grupo¡ incluso
asoma el poeta-, pero esta humanidad, aunque
torturada, se entrega a una resignación fatalista.
Otra característica del inventario de Mori es un clima erótico insinuado por actitudes que posiblemente expliquen su aislamiento personal.
Es preciso elogiar la perseverancia y la pericia
del coleccionista Gunulf Bjórkman, gracias a quien
esta figura única en el arte argentino pudo ser
rescatada del olvido. Es más que probable que el
místico, solitario, oscuro Constantino Mori ahora
encuentre el lugar que le corresponde dentro de
nuestra cultura.
BENGT OLDENBURG
|
|
|
|