No obstante las críticas, las innumerables trabas y el desprecio, muchas mujeres desarrollaron su vocación contra viento y marea, se destacaron en la composición, y forman parte de la historia de la música, a tal punto que se hallan catalogadas más de 4.000
compositoras desde los
tiempos medievales hasta nuestros días.
Sin embargo, la difusión del talento femenino fue obstaculizada por impedimentos sociales y culturales.
Si, en el mejor de los casos lograban concretar obra, era sumamente difícil que trascendiera. Muchas de las que lograron salir del anonimato lo hicieron tras un seudónimo masculino, o probablemente bajo la no-identidad de más de un “autor anónimo”. Lo dicho dista de ser una exageración, la existencia de los “castrati” lo evidencia. Sólo mentes perversas pueden haber optado por castrar muchachitos para interpretar roles femeninos, en lugar de aceptar que las mujeres cantaran públicamente, cautivando con su voz, su belleza y su expresividad.
Un gran obstáculo para la difusión de composiciones de mujeres se debe a dificultades en la transmisión de las piezas, la publicación o la atención recibida por parte de críticos y musicólogos, que propiamente a la composición. Por lo general la documentación apareció después de trabajosas búsquedas, pero luego la mayoría de estas investigaciones no llegaron al público porque las partituras no fueron publicadas, como para ser interpretadas nuevamente.
Dame Ethel Smyth (1838-1944, compositora inglesa muy prolífica y también escritora) intuye que todo comenzó en el Paraiso, cuando Eva sopló una caña hueca y Adán le dijo que no molestara con ese ruido tan horrible, agregando: "Además, si alguien tiene que hacerlo, ese soy yo, no tú".
En 1686 el Papa Inocencio XI declaró: "La música es totalmente dañina para la modestia que corresponde al sexo femenino, porque las mujeres se distraen de las funciones y las ocupaciones que les corresponden... Ninguna mujer... con ningún pretexto debe aprender música (ni)... tocar ningún tipo de instrumento musical". Este Edicto fue renovado en 1703 por el Papa Clemente XI.
Félix y Fanny Mendelsson –hermanos, músicos y compositores- tenían un abuelo filósofo, llamado Moses Mendelsson que escribió: "El saber moderado sienta bien a una dama, pero no la erudición. Una joven que gastó sus ojos leyendo merece que se rían de ella". En su obra Sex in Education (1908) hasta argumentó: "Las mujeres pueden llegar a igualar e incluso superar intelectualmente a los hombres, pero como la biología ha impuesto que ese progreso intelectual se realice a costa de sus funciones reproductoras, corresponde condenarlas por razones biológicas".
En 1898, Sidney Lanier autor de un artículo titulado “La orquesta hoy”, reconoció que: "La flexibilidad superior del tejido femenino puede conseguir en definitiva que la mujer sea una ejecutante más brillante que el hombre".
Desde Revista de Artes evocaremos, en sucesivas ediciones, algunas de las que se han destacado en diferentes épocas.
SAFO
La primera compositora que menciona la historia es Safo, quien nació en Eresó, una de las cinco ciudades principales de la isla de Lesbos, en el mar Egeo, en el año 600 a.C. Safo proviene de familia noble , su padre era un próspero comerciante de vinos.
Se considera la mejor poetisa de la Antigüedad, literariamente es la primera figura histórica femenina y sus valores poéticos fueron reconocidos por sus propios contemporáneos. Platón escribió "Dicen que hay nueve Musas. ¡Los desmemoriados! Han olvidado la décima: Safo de Lesbos."Y Aristóteles dice: "Cada cual rinde honores a sus sabios. Así, los de la isla de Paros enaltecen a Arquíloco, aunque fuera un blasfemo. Los de Quíos enaltecen a Homero, que no era ciudadano, y los habitantes de Mitilene honran a Safo, aun siendo como era una mujer". La descripción física de Safo cambia según quien la describe, así el Papiro de Oxyrhynchus la muestra como “de aspecto negligente y casi horrenda porque tenía la piel oscura y su talla era demasiado pequeña”. Sin embargo, para Theodore Reinach era “una mujer menuda, bronceada, viva, de bello carácter y charla agradable, que vibraba bajo todas las emociones de la naturaleza y del corazón; maliciosa con gracia, amante fogosa, experta en música e innovadora”. Calificada por Sócrates como “hermosa”, contando entre sus atributos “el encanto de lo delicado, de lo exquisito y refinado y una lúcida inteligencia a la que la cultura no había falseado hasta el punto de encubrir y disimular la ternura de su alma”. Se cree que a los once años, fue separada de sus padres y sus tres hermanos menores para ser consagrada como sacerdotisa de Artemisa, en cuyo templo desempeñó durante varios años las funciones de su rango.
Poetisa y madre del género lírico, en lugar de continuar con el desarrollo de la poesía épica, dejó de lado la gesta de los héroes para inaugurar la literatura subjetiva, tomando como motivo de su arte su propia interioridad -las batallas no sólo se llevan a cabo en el espacio físico exterior…
Escribió en un dialecto griego, el eólico. Su nombre, “Safo” en el dialecto en el cual se expresaba significa “transparente”.
Las composiciones líricas de los antiguos griegos no sólo eran leídas, sino también cantadas y acompañadas por flauta, lira o cítara. Quien creaba el poema, componía la música y, en el caso de Safo, también los pasos de danza.
Por motivos políticos, es desterrada por Pitaco, y parte a Siracusa, Sicilia. El exilio le permitió viajar más allá del Egeo e ilustrarse con el contacto de otras culturas. Se casó con Kérkilos de Andros, un rico mercader y tuvo una hija.
Durante seis años, se convirtió en el centro del movimiento cultural y artístico en Siracusa, organizando certámenes literarios-musicales, recitales y espectáculos de danza. Posteriormente, fundó la primera universidad del mundo para mujeres. Esa universidad fue pensada para la educación de su hija, pero al contratar a las mejores instructoras de diferentes ramas -arte, técnica, canto, danza y literatura- formó una escuela sistemática a la que bautizó como primera universidad.
Kérkilos –su marido anciano- murió, legando a Safo una fortuna que ella convirtió en instituciones culturales. Erigió una casona señorial a la que llamó Museo, es decir, el lugar de las musas. A lo largo de su vida, fue centro de varios escándalos. Su nombre aunado al de su lugar de origen Lesbos es sinónimo de lesbianismo, pues con toda naturalidad ejerció esa práctica que entre los antiguos griegos era olímpicamente aceptable -tanto en hombres como en mujeres- divulgándola mediante su su espléndida lírica. Horacio, quien admiró su obra, la llamó “mascula Sappho”, pues aseguraba que la “parte masculina de su carácter explica su amor y la clave para comprender su poesía”.
Safo escribió nueve libros de odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e himnos, pero apenas se conservan algunos fragmentos de todos ellos. Entre estos destaca la Oda a Afrodita . Durante el siglo XX se descubrió un papiro con seis fragmentos de sus poemas y la Oda a las Nereidas. De sus nueve libros de poemas -muy célebres en la antigüedad- sólo se conservan algunos fragmentos:
De ella ver quisiera su andar amable
Y la clara luz de su rostro antes
Que a los carros lidios o a mil guerreros
Llenos de armas...
La luna luminosa huyó con las Pléyades.
La noche silenciosa ya llega a la mitad
La hora ya pasó y en vela sola en mi lecho, suelto la rienda al llanto sin esperar piedad.
El amor, ese ser invencible, dulce y amargo que desata los miembros, de nuevo acude a mí. El ha agitado mis entrañas como el huracán sacude monte abajo las encinas.
Luchar contra el amor es vano, pues como un niño hacia su madre, vuelo a él.
Mi alma está dividida: algo la detiene aquí, pero algo la hala para en amor vivir...
Vete tranquila.
No te olvides de mí porque sabes, debes saber, que yo estaré siempre a tu lado.
Y si no quieres saberlo, te recordaré lo que tú olvidas: muchas horas felices pasamos juntas; han sido muchas las coronas de violetas, de rosas, de flor de azafrán y ramos de eneldo que junto a mí te ceñiste.
Han sido muchas las veces que bálsamo de mirra y regio ungüento, derramaste sobre mi cabeza. Yo no podré olvidarlo y tú, tampoco.
Cuando Pítaco levantó el castigo, Safo tardó en regresar, pues debía cerrar su Museo y abandonar Siracusa.
Al morir su gran enemigo Pítaco, gran gobernante y uno de los siete sabios de Grecia, Safo declaró en su funeral:
”Este hombre que fue mi enemigo, ha sido uno de mis mayores benefactores, porque si no, no hubiera andado yo por esos mundos y siendo mi enemigo me quiso y fue sabio y bueno conmigo. Mientras que otros que están a mi alrededor y en mi sociedad, son mis verdaderos enemigos aunque me sonríen y me saludan cuando nos cruzamos en los caminos”.
Safo murió a lo 55 años de edad. Sus poemas fueron destruidos por intolerancia de cristianos y musulmanes que prendieron fuego a la famosa biblioteca de Alejandría. Se consideró literatura impúdica y se perdió parte irremplazable del patrimonio de la humanidad. A principios del siglo XX, unos arqueólogos hallaron unos sarcófagos en Egipto, dentro de ellos había una trascripción de los escritos de la Décima Musa: Oda a las Nereidas y otros seis poemas mutilados.
KASSIA
Más tarde, en el siglo IX, en el seno de una familia aristocrática de Constantinopla, en el Imperio Bizantino, nacía Kassia, también llamada Kassiane, Kassiani, Casia, Santa Casiana (810-c.867).
Poetisa y compositora , de su producción musical se conservan cerca de cincuenta obras, muchas de ellas interpretadas por músicos e investigadores musicales modernos.
Escribió más de treinta himnos, ejecutados aún en la liturgia ortodoxa oriental; cuarenta y siete breves himnos de oración y dos. Sus obras son las únicas escritas por una mujer e incluidas en el Triodion impreso en Venecia en 1601.
Alrededor de 843 fundó un convento, y se convirtió en su primera abadesa.
Su juventud se vio afectada por una controversia que comenzó siglos antes de su nacimiento. A principios del Siglo VIII, algunos de los clérigos griegos comenzaron la tendencia iconoclasta, mediante la cual se pretendía evitar el culto a las imágenes sagradas, evitando la confusión de dirigir el culto a ellas y no a las personas que representaban. En el año 726 el Emperador del Imperio Romano de Oriente ordenó la destrucción de todas las imágenes, con lo que se inició una disputa doctrinaria no sólo entre las Iglesias de Roma y Contantinopla, sino en el mismo seno de la sociedad bizantina.
La controversia había menguado a fines del Siglo VIII, pero despuntó nuevamente cuando Kassia estaba en su adolescencia. La tradición narra que Kassia fue en un momento exiliada por ayudar a monjes y creyentes partidarios de mantener el culto a las imágenes.
HILDEGARD VON BINGEN
Nació en (Alemania, en 1098, su familia pertenecía a la nobleza y ella fue la menor de diez hermanos, desde muy niña sufrió visiones que más tarde la propia Iglesia confirmaría como inspiradas por Dios, nombrándola Santa. Fue abadesa, líder monástica, mística, profetisa, médica, compositora y escritora.
Conocedora de las teorías musicales de Guido de Arezzo (990-1050) -creador del sistema de solfeo que aporta las líneas del tetragrama (4 líneas) y conocido sobre todo por dar nombre a cada nota tal y como las conocemos hoy a partir de la primera sílaba de cada verso del himno de San Juan Bautista - e incluso de Boethius (h. 480-524), asombra por la utilización de formas no comunes a su tiempo.
Tuvo un profundo aprendizaje en latín, griego, liturgia, música, oración y ciencias naturales y, además una disciplina ascética. A los dieciocho años, Hildegard tomó los hábitos benedictinos. Solía decir que «se alimentaba de la Biblia» y que la música le era dictada durante sus visiones.
Escribió nueve libros, y uno de ellos importantísimo para la medicina, pues en él se hace un acercamiento a la ciencia de curar desde la perspectiva holística, incluyendo conocimientos de botánica y de biología.
En 1136, asumió la dirección del convento. A los 42 años sobrevino su despertar religioso, el episodio de visiones más fuerte, durante el cual recibió la misión de predicar sus visiones y la comprensión religiosa que le había sido otorgada.
Como compositora escribió 77 canciones y una ópera, Ordo Virtutum. Su música es considerada un apéndice de sus visiones y escritos religiosos, cargados de imágenes de gran belleza y fuerza creativa. De todos modos, al margen las compositoras del siglo XX, es la más difundida. Numerosas antologías de
música medieval incluyen sus obras suyas.
O aeterne Deus 1. Antiphon mit Ps 109/110 aus der Vesper von
Hildegard von Bingen. Choralgesang.
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Fue admirada y respetada por monarcas, papas, nobles caballeros y doctos frailes, algo inaudito para una mujer en la Edad Media.
La mayoría de sus composiciones son audaces y se apartan de los estilos de la época. Son obras que abarcan amplios registros, con melodías muy trabajadas, donde la música es tan importante como la poesía.
Como Bach, Beethoven y otros genios artísticos, la abadesa creía que su talento representaba la voz de Dios que hablaba a través de ella. Combinó en una sola persona las antiguas artes de la profecía y la curación con las cualidades creadoras de la literatura y la música.
Además de sus tratados de teología e historia natural, su Materia Médica es todavía la fuente de nuestro saber acerca de la medicina medieval. Sus composiciones cambiaron definitivamente la orientación de la música, con el legado de que ésta confiere más poder a la plegaria, un concepto adoptado por el cristianismo y otras religiones.
Hildegard sobresalió en el arte de la composición musical y escribió un gran número de obras monódicas para los servicios religiosos, así como un “misterio” con música llamado Ordo Virtutum. Su estilo musical fue individual y debido a que escribió pensando en voces femeninas, sus melodías exploraron rangos mucho más amplios que las de los compositores contemporáneos.
Sus cantos también emplean motivos melódicos repetitivos, y ya que ella no recibió una enseñanza musical formal, sus piezas tienen una cualidad de improvisación que sugiere más la labor creativa de una cantante que de una compositora.
Hildegard no fue la única mujer de su época en escribir música pero fue la única o una de las pocas que logró mantener la autoría de todas sus obras, gracias a que supervisó personalmente la copia de los manuscritos. Tan audaz acto permite hoy en día escuchar su música.
Hildegard aboga por una estrecha relación entre texto y música:
“El alma es sinfónica; y lo mismo que la palabra designa al cuerpo, así
la sinfonía designa al espíritu, porque la armonía celeste proclama la divinidad, y la palabra publica la humanidad del Hijo de Dios”.
Sus innovaciones en el terreno de las artes y las letras llegaron hasta el terreno de la escenificación. Su intenciín era solemnizar mejor las fiestas litúrgicas, utilizando los procedimientos teatrales a su alcance (sus monjas vestirían largos vestidos blancos y coronas doradas mientras entonarían salmos, etc.).
En una larga carta a los prelados de Maguncia (1178) se alude al intenso cultivo de la música vocal e instrumental bajo su dirección en el convento de Rupertsberg. Probablemente durante aquel tiempo se instituyó la para entonces innovadora costumbre de celebrar las principales festividades eclesiásticas vistiendo velos blancos, anillos y tiaras muy elaboradas en su diseño, representando de esta manera las monjas el papel de novias de Cristo.
La producción musical de Hildegard alcanza aproximadamente las 159 composiciones esencialmente litúrgicas y de carácter monódico, íntimamente ligada a su producción poética, tanto de carácter lírico como dramático.
Su obra principal es Symphonia armonie celestium revelationum, que comprende 77 poemas o cantos espirituales: 44 antífonas, 17 responsorios en prosa; 8 himnos; 1 kyrie, la excepción a la regla de que la mayor parte de los textos musicados de Hildegard están tomados de sus obras literarias, y 7 secuencias para la misa.
Hildegard es también autora de letra y música de una representación teatral sacra, el “Drama de las Virtudes”, una de las composiciones dramáticas morales más antiguas y uno de los pocos dramas medievales latinos de los que conocemos el nombre de su autor.
Finalizado seguramente antes de 1151, aparece escrito en verso dramático (libre), en el cual los movimientos y ritmos, aunque autónomos, se adaptan a la melodía (consta, en concreto, de toda su música, un total de 82 melodías cuidadosamente anotadas).
Hay influencias que pueden ser rastreadas en el vocabulario empleado por Hildegard y encaminan hacia las utilizadas en determinadas partes del Antiguo Testamento, como el Cantar de los Cantares (al utilizar imágenes eróticas y místicas), el libro del profeta Isaías o el Apocalipsis.
Su música “está pensada para añadir un grado más alto de contemplación a la liturgia”, como señala Marcel Pérès.
La tendencia general, a la hora de interpretar su música, es la de realizar una declamación lenta y solemne, con vistas a que el oyente pueda aprehender cada palabra del texto y así pueda construir en su mente la imagen sugerida por el mismo y llegar a su contemplación sonora e incluso visual.
Otra de las novedades de la música de Hildegard radica en su claro distanciamiento de la música de su época.
Las composiciones de Hildegard se construyen generalmente a base de “fórmulas” melódicas, es decir, de unos pocos fragmentos o patrones melódicos que se repiten en diversas ocasiones, bajo diferentes condiciones melódicas y modales (ya sea en alguna de sus numerosas variaciones posibles, o bien combinados y enriquecidos con melismas).
Concretamente, las fórmulas melódicas utilizadas en los poemas de Symphonia aparecen más ornamentadas que las utilizadas en el Ordo virtutum, mucho más cercanas a lo silábico en su composición, acaso debido a su dependencia de la “acción” dramática.
Y en esto precisamente radica una de las características más peculiares e innovadoras de la obra de Hildegard: en el uso de estas fórmulas, más aún, en el empleo que de ellas se hace.
CONTINÚA EN LA PRÓXIMA EDICIÓN.
Fuentes: Revista Razón y palabra: Graciela Barabino - Escritora.http://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n47/gbarabino.html
Breve guía de la música clásica- Dra. Anne Gray
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LA MUJER EN LA MUSICA
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CONFERENCIA de PATRICIA ATKINS CHITI
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Revista de Artes Nº 12
Enero/Febrero 2009 Buenos Aires - Argentina
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