Las palabras son la esencia del fado. Las letras, simples
cuartetas o poemas de diez versos, poesía culta o
versos improvisados, cuenta historias, evoca escenas,
caracteriza personajes, expresa sentimientos. En el fado
la letra y la melodía transforman la emoción en música:
pasión, celos, pena...
La presencia masculina ha dominado las letras y el fado
literario desde siempre, no por falta de talento y creatividad femenina, sino por la misoginia
que ha caracterizado a la literatura y por consiguiente
a la canción tradicional lisboeta, consecuentemente heredera de las cantigas de
amigo medievales.
Ejemplos de cantiga de amigo:
Ay! eu coitada
como viuo
En gram cuydado
por meu amigo
Que ey alongado!
Muyto me tarda
o meu amigo
na guarda!
Ay! eu coitada
como viuo
Em gram deseio
por meu amigo
Que tarda e non ueio!
muyto me tarda
O meu amigo
na guarda!
(Cancioneiro da Biblioteca
Nacional, Lisboa,1950; El Rey
don Affonso de Leon)
Existe una relación muy íntima entre fado y poetas
mayores que ha incluído a voces como Alexandre
O'Neill, Luis de Macedo o Alvaro Duarte Simoes.
Incluso muchos fados han recogido textos de las
Cantigas de amigo, como es el caso de Sedi-m'
eu na ermida de san Simion, del juglar
Mendinho, inmortalizado en la voz mágica
de Amália, y de la gran voz de la lírica portuguesa: Luis
Vaz de Camoes ("Com que voz?", "Dura memoria", "Erros meus", "Lianor", "Perdigao", entre otros).
Los poetas han sentido la urgencia poética del fado,
entre ellos José Regio -quien se inspiró en la canción de Lisboa al escribir los poemas de su libro Fado en
1941, la máxima voz de la poesía
contemporánea portuguesa y universal Fernando
Pessoa, Mário de Sá-Carneiro, que en sus Poemas
Juvenis (1903-1908) se nutre de la poesía popular
directa y abierta, Florbela Espanca y sobre todo
ese olvidado gran poeta que fue António Botto,
quien en sus libros Cancoes (1921) y Baionetas da
morte (1936) Adaptó no sólo los temas del fado sino
que atrapó el movimiento interior de la cantiga
lisboeta, haciendo su poesía más rica en
metáforas, emociones y amplitud humana.
Con la rara excepción de Natalia dos Anjos,
Maria Alexandrina, María José Runa y otras pocas,
la participación de la mujer en el fado ha sido relegada
a su calidad de intérprete de canciones y poemas
escritos por hombres.