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Revista de ArteS
Buenos Aires - Argentina
Edición Nº 55 - Agosto 2017

   
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AUDIOTEXTO -  El golem – Jorge Luis Borges

 

Si (como el griego afirma en el Cratilo)

 el nombre es arquetipo de la cosa

 en las letras de 'rosa' está la rosa

 y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

 

 Y, hecho de consonantes y vocales,

 habrá un terrible Nombre, que la esencia

 cifre de Dios y que la Omnipotencia

 guarde en letras y sílabas cabales.

 

 Adán y las estrellas lo supieron

 en el Jardín. La herrumbre del pecado

 (dicen los cabalistas) lo ha borrado

 y las generaciones lo perdieron.

 

 Los artificios y el candor del hombre

 no tienen fin. Sabemos que hubo un día

 en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre

 en las vigilias de la judería.

 

 No a la manera de otras que una vaga

 sombra insinúan en la vaga historia,

 aún está verde y viva la memoria

 de Judá León, que era rabino en Praga.

 

 Sediento de saber lo que Dios sabe,

 Judá León se dio a permutaciones

 de letras y a complejas variaciones

 y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

 

 la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,

 sobre un muñeco que con torpes manos

 labró, para enseñarle los arcanos

 de las Letras, del Tiempo y del Espacio.

 

 El simulacro alzó los soñolientos

 párpados y vio formas y colores

 que no entendió, perdidos en rumores

 y ensayó temerosos movimientos.

 

 Gradualmente se vio (como nosotros)

 aprisionado en esta red sonora

 de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,

 Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

 

 (El cabalista que ofició de numen

 a la vasta criatura apodó Golem;

 estas verdades las refiere Scholem

 en un docto lugar de su volumen.)

 

 El rabí le explicaba el universo

 "esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."

 y logró, al cabo de años, que el perverso

 barriera bien o mal la sinagoga.

 

 Tal vez hubo un error en la grafía

 o en la articulación del Sacro Nombre;

 a pesar de tan alta hechicería,

 no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

 

 Sus ojos, menos de hombre que de perro

 y harto menos de perro que de cosa,

 seguían al rabí por la dudosa

 penumbra de las piezas del encierro.

 

 Algo anormal y tosco hubo en el Golem,

 ya que a su paso el gato del rabino

 se escondía. (Ese gato no está en Scholem

 pero, a través del tiempo, lo adivino.)

 

 Elevando a su Dios manos filiales,

 las devociones de su Dios copiaba

 o, estúpido y sonriente, se ahuecaba

 en cóncavas zalemas orientales.

 

 El rabí lo miraba con ternura

 y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)

 'pude engendrar este penoso hijo

 y la inacción dejé, que es la cordura?'

 

 '¿Por qué di en agregar a la infinita

 serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana

 madeja que en lo eterno se devana,

 di otra causa, otro efecto y otra cuita?'

 

 En la hora de angustia y de luz vaga,

 en su Golem los ojos detenía.

 ¿Quién nos dirá las cosas que sentía

 Dios, al mirar a su rabino en Praga?

 


En El otro, el mismo (1964)
Fuente:borgestodoelanio.blogspot.com

 

 

   
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