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Revista de ArteS
Buenos Aires - Argentina
Edición Nº 54 - Mayo 2016

   
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CURIOSIDADES

Los jardines subterráneos de Forestiere

Baldasare Forestiere era un inmigrante de origen siciliano que llegó a Estados Unidos en 1901, a los veintidós años. Durante casi cuarenta años, desde 1906 hasta su muerte, trabajó en la construcción de un extraordinario jardín cubierto en Fresno, California.

A pesar de no tener estudios especializados, demostró un inmenso y polifacético talento natural que abarcaba disciplinas tan diversas como la arquitectura, la ingeniería, la escultura y la horticultura.

Toda su experiencia previa se reducía al interés que como aficionado sentía por la arquitectura de la antigua Roma y a los años que trabajó como excavador de túneles en la construcción de los metros de Boston y Nueva York.

Al contrario de lo que ocurre con muchos otros de los constructores de la nada, a Forestiere no lo impulsaba la locura, sino el sentido común y la necesidad. La intención de Baldasare era convertirse en exportador de cítricos pero, falto de experiencia, compró 28 hectáreas de tierra en California, pensando que era muy barata y sin haberla visto, que se revelaron poco fértiles y nada aptas para sus propósitos: a muy poca distancia bajo tierra había una capa de roca que hacía imposible plantar nada sobre ella.

 

Para colmo, al llegar descubrió que las extremas temperaturas del verano californiano le resultaban insoportables. Así que se sueño empezó por la construcción de una vivienda subterránea que la permitiera librarse del calor abrasador en verano y resultara cálida en invierno.

La vivienda está formada por un salón con chimenea, dormitorios de verano e invierno, un patio con una bañera y un estanque con peces, además de una cocina totalmente equipada.

Fue tras construir su casa, y descubrir que por debajo de la capa de piedra sí había tierra fértil, cuando concibió la idea de incorporar nuevas habitaciones subterráneas en las que organizar la granja de cítricos que había sido su proyecto original. Empezó con una sala experimental en la que plantó su primer árbol, lo que le permitió descubrir que con los debidos cuidados éste crecía y florecía, con la ventaja de no quedar expuesto a las heladas invernales.

Para cavar sus túneles utilizó sólo herramientas sencillas de campo: picos y palas, una carretilla y un rudimentario extractor tirado por dos mulas. 

Los túneles se inspiran en las antiguas catacumbas romanas, que él tanto admiraba, aunque, a diferencia de éstas, que son oscuras y cavernosas, están dotados de numerosas aberturas para iluminarlos y ventilarlos.

Forestiere no trabajó con planos previos. La laberíntica construcción ocupa unas 7 hectáreas, las habitaciones y los patios se conectan entre sí mediante pasillos. Con la tierra extraída de la excavación, mezclada con fertilizantes, formó los asientos para las plantas, y las rocas y piedras fueron reutilizadas para cubrir y reforzar los muros de los túneles.

El jardín tiene tres niveles subterráneos, el primero a unos 3 metros de profundidad, el segundo a unos 7 y el tercero a unos 9. La disposición en niveles facilita el drenaje y, en total, el complejo tiene unas cien salas. Los techos, de forma cónica o abovedada, contribuyen a mantener la temperatura y humedad. En realidad, la intrincada red de pasillos está diseñada según los principios del llamado efecto Venturi – demostrado por el físico italiano Giovanni Battista Venturi, según el cual la presión y la velocidad de los fluidos, en este caso el aire, dentro de un conducto cerrado se pueden aumentar o disminuir si se introduce en el primer conducto otro de sección menor (un pasillo), lo que produce efecto de aspiración. De esta forma se generan pequeñas corrientes que sirven para ventilar la instalación, renovar el aire y mantener el grado de humedad, creando una especia de microclima, fresco en verano y cálido en invierno. La forma de taza invertida de las diferentes habitaciones, las bóvedas de los pasillos, así como los arcos de medio punto, también están pensados para proporcionar solidez al complejo. Las distintas habitaciones están llenas de plantas vivas, sobre todo árboles frutales que, según las condiciones y el nivel, florecen y maduran de forma escalonada, por lo general con una cadencia de unas dos semanas, lo que permite alargar la producción. Entre los frutales plantados hay limoneros, naranjos, pomelos, almendros, granados, árboles exóticos y vides de siete variedades distintas. Gran parte de los ejemplares tienen entre sesenta y cinco y noventa años y algunos de los cítricos están injertados. Envalentonado con el resultado, su sueño devino todavía más ambicioso, pero la muerte le impidió completar el proyecto, que contemplaba la adición de nuevos túneles para convertirlos en una especia de hotel subterráneo, según algunas versiones, o en una serie de estancias nuevas: una especie de lago o piscina y una sala de baile. Por otra parte, dado que Forestiere era, además, un ferviente católico, la numerología simbólica presente en la Biblia está también incorporada a la construcción, tanto en el aspecto constructivo como en forma de agrupaciones de árboles y número de ramas. los números tres y siete se reflejan tanto en al albañilería como en los conjuntos de árboles- Ambas cifras, o sus múltiplos, se relacionan también con el número de estancias conectadas entre sí, el número de asientos excavados o las hileras de escalones de acceso. También la pequeña capilla con un jardín anexo tiene siete entradas. En la actualidad, una sociedad, la Forestiere Historical Center, se encarga de la explotación y mantenimiento del complejo, en estrecho contacto con los herederos. Como Forestiere no tuvo descendencia, los jardines fueron para uno de sus sobrinos, Eric Forestiere; la hija de éste dirige la Fundación y se toma muy en serio la conservación de su legado.

Fuente:
misterios.co/los-jardines-subterraneos-de-forestiere/

 

 

   
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