A María de Portugal, primera esposa de Felipe II, no hubo tiempo de pintarla pues fallece por los problemas del parto de Carlos. En consecuencia, solo nos queda la estatua orante que Leoni esculpe para el cenotafio de El Escorial. La muestra peinada a la española, con raya al medio y unos bucles que tapan ambas orejas. Recoge sus cabellos por la nuca en un moño y se adorna con unas guirnaldas a las cuales era muy aficionada. Muy parecido es el retrato del Prado que también se orna con una guirnalda.
Pues bien, a su muerte, Felipe II mantiene amoríos según las crónicas con alguna de las damas de la Corte, en particular con doña Isabel de Osorio y cuando Carlos V lo llama a Bruselas, con doña Catalina Laínez; si es que hay que creer a embajadores y cronistas. Cuando la balanza se inclinaba por otra portuguesa al emperador se le ocurre por razones de estado que debe contraer matrimonio con María Tudor. Nada pasa, a pesar de vivir juntos más de un año, y la otoñal pelirroja en nada influye en España, pues nunca estuvo. Si se sabe que estuvo totalmente enamorada de Felipe, pero la pobre no ha tenido buena prensa, basándose en los doce años que le llevaba y en el retrato que le hace Antonio Moro, dando por supuesto que así era.
Poco antes de la muerte de la inglesa, el rey vence en la batalla de San Quintín y la firma de paz estipula que la hija del rey de Francia debe casarse con el rey de España; de manera que éste, gracias a las armas, recibe el regalo de doña Isabel de Valois, bella, elegante, de buen porte, y de la cual se enamoró perdidamente ya por los primeros retratos de ella, y sobre todo, cuando la vio después; claro, que hubo que esperar que se hiciera mujer, pues al casamiento Felipe tiene treinta y tres años y ella anda por los catorce y adolescente era cuando se atreve por Roncesvalles en pleno Enero camino de Guadalajara donde se efectúa la ceremonia.
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Presenta cuidados peinados que lleva con soltura y elegancia. En realidad, se puede decir en consonancia con las cartas que Claudia, la Ayuda de Cámara de la reina, envía a París y que da lugar al famoso Diario. En él nos enteramos, de chismes de la Corte con algo de espionaje; pero sobre todo lo que cuenta para este artículo es que refleja diariamente de que se habla en las reuniones, a que juega, como cuida a sus hijas y singularmente como se viste y peina y de su elegancia innata. En el Diario se asienta que doña Isabel ha hecho gala de tres estilos de forma alternada, peinándose a la española, a la italiana y a la francesa, unas veces por capricho y otras por protocolo, y siempre aderezados con profusión de perlas, diamantes y rubíes que, por esos tiempos la monarquía española tenía en abundancia. Para tales empresas contaba con un surtido tocador, a juzgar por los remates a su muerte. Se transcribe uno de aquellos inventarios, que además, muestras las tenacillas para depilarse.
“Este dia [ 16…de Henero de 1574] se rremató… para la dicha doña Madalena Giron…
Vna caja grande, labrada de atauxia, para peines, que tiene seis de marfil dentro, y
otros que parecen de ebano, y vn espejo pequeño, y vnas pieças de yerro para
limpiar dientes e oydos y tenacillas en 3000 maravedis” (1)
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En realidad, la característica de su estilo en buena medida impuesto en la Corte es el pelo tirante hacia atrás con trenzas o sin ellas, que dan lugar a un moño sobre la nuca y coronilla. Ello le permite llevar interesantes y llamativos sombreros y pequeñas gorritas de terciopelo, buena parte de los cuales adquiere en Madrid en la tienda que tenía instalada Felipe Forzera de profesión gorrero y por estas compras se advierte que sentía predilección por los armados en la gama de los verdes: un aderezo que han de copiar en múltiples oportunidades sus hijas, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. El toque de elegancia a la manera de broche final, está dado por la cantidad de plumas, airones y “garçotas” de diversos colores que acentúan y estilizan su figura, exultantes en pequeños sombreros en palacio o sobre los amplios con que va de jornada o recorre parques y jardines, a pie o a caballo, siempre con la irresistible gracia y frescura que surge de los retratos.
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En el Inventario de sus bienes se multiplican los asientos como el siguiente en el que se cambian telas, colores y hechuras “Vn sombrero de tafetán, colchado, negro, con su crançelin [sic] de oro de canutillo, con sus plumas y vnas garçotas en cinco ducados”. En oportunidades hace uso de pequeñas cofias confeccionadas en “olandilla y cambrai” mediante las cuales acentúa el óvalo de su cara morena en que resaltan los ojos negros. En realidad el porte alto y elegante de Isabel de Valois es más Médicis que francés.
Para tener una idea acertada de los gastos en el aderezo de los tocados, se transcriben algunas “quentas delas plumas que sean dado para el servicio dela Reyna Nra. Sª. del plumagero” espigadas de la documentación del Archivo de Palacio cuando investigaba sobre la enana Mari Bárbola, donde se aprecia el gasto anual. Estos documentos permiten entender desde los números fríos de los reales o ducados que han costado peinados o airones o vestidos y joyas, buena parte de lo que ese está viendo en los cuadros que se guardan de la reina y sus hijas; incluso se puede apreciar la cantidad de plumas que se gastaron en las Cortes de Monzón de 1563.
Mas dio diez ynueve baras y media
de toquilla negra para gorras pagasele
arreal por cada bara que monta seys
çientos y sesenta y tres mrs.
mas dio seys plumas blancas yama
rillas para vn moro que setorno cris
tiano q’ su mgd. lemandodar vn vestido
que al mismo preçio monta seteçien
tos y catorze mrs.
quenta con miguel de torres plumagero de
su mgd deloque adado desu ofizio entodo el
año de 1564.
Primeramente en 14
dehenero de 1564 en mon
çon dio treinta y dos plumas blancas
y negras y de colores pagasele porcada
pluma vnas conotras atres rreales
y medio que monta entodas tresmill
y ochoçientos y ocho mrs.
mas dio seys plumas blancas cencillas
que al dicho preçio monta seteçientos y
catorze mrs.(2)
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El matrimonio de Felipe II e Isabel de Valois debió de ser de disfrute placentero, salvo los continuos problemas con don Carlos, que aquejado de locura, manifiesta unas veces y en los límites siempre de los distintos estadios, mantuvo con el padre un continuo enfrentamiento en todos los órdenes de la vida sin estar capacitado para ninguno, llegando, incluso, a pretender el gobierno de los Países Bajos; choques y roces que se hacen extensivos, como es de suponer, al Duque de Alba.
Muerta la reina a consecuencia de trastornos derivados del parto, Felipe II queda viudo por tercera vez y sin heredero, pues don Carlos fallece tres meses antes. Esta vez la elegida es doña Ana sobrina carnal nacida cerca de Valladolid durante la estancia de los padres en España, el emperador Maximiliano II y doña María. El rey tiene cuarenta y dos años y Ana frisa los veintiuno y “tiene los cabellos rubios y la piel de extremada blancura; es menuda y su talla poco crecida; su vida ejemplar. Es muy amada por su marido”.(3)
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Doña Ana de Austria es muy aficionada a las galas, es elegante y viste con lujo. Pone especial cuidado en sus vistosos y disciplinados peinados, en especial las trenzas rubias que dan varias vueltas a su cabeza. Un estilo, que con pequeños matices será la forma de recoger su cabellera durante toda su vida, tal como se encuentra en las distintas pinturas o en el cenotafio de El Escorial y lo mantiene por la treintena cuando le da por las vestimentas negras. Transcribo plumas, ayrones y garçotas que se dan para la reina y sus damas cuando salen de jornada, e incluso, se aprecian las que se ponen las Infantas:
Primera mente di por cedula del señor xpoual
deVbiedo ocho plumas quatro blancas y quatro
negras que fueron para vn sonbrero dela
señora dona Luisa Laso decastilla Aquatro
rreales cadavna………………………………………… 32 Rs
mas para el dicho sombrero ditres Airones blancos
ynegros Açinco Rs……………………………………... 18 Rs.
mas para este dicho sonbrero puse seis garçotas
blancas a rreal…………………………………………… 6 Rs
mas en mayo puse en vn sonbrero dela rreyna
nra. Señora siete plumas negras para
yraran juez. A quatro rreales….……………………… 28 Rs.
mas puse este dia Enlos sonbreros delas ynfantas
catorce plumas negras que fueron para
yr aran juez siete plumas En cada sonbrero que
son las dichas catorze. A quatro rreales……………… 56 Rs.
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Por lo demás, buena parte de estas plumas y airones de fino origen se pueden apreciar en los retratos que han quedado de otra bella de la corte, tales los de la Princesa de Éboli. Princesa por la gracia de Felipe II. En los retratos de la Casa del Infantado se pueden apreciar los peinados en boga, y sobre todo las plumas y airones de que hace gala de forma por demás elegante. El más representativo, es el del sombrero y amplio escote pintado por Sánchez Coello o quizás con más seguridad por Sofonisba Anguissola.(5)
(1) Amezúa y Mayo, Agustín de. Isabel de Valois Reina de España 1546-1568. Madrid. 1949.
(2) Quenta con miguel de torres plumagero de Su Mgd. Delo que adado de su ofizio entodo el año de 1564. Archivo Real de Palacio.
(3) Amezúa, ob.cit.
(5) Quenta de las plumas que sean tomado para el servicio de la Reyna Nra. Sª y para las ynfantas ypara el príncipe nº señor ysean Entregado axpoual de Ubiedo guardajoyas 1579. Archivo Real de Palacio.
(6) Las fotocopias corresponden a documentos del Archivo Real de Palacio. Madrid.