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Literatura

Buenos Aires - Argentina
Año X - Nº 42 - Enero / Feb. 2014
PORTADA   TEMARIO   INDICE TEMATICO   N. ANTERIORES   CONTACTO   QUIENES SOMOS

Acerca de los zapatos. III

Por Felipe Martínez Pérez

“Dos pares de chapines dorados. “Apreçiose cada par en 4 rreales” (1)

     Es por el siglo XV que nacen los zapatos más famosos de los siglos pasados que tanto han de dar que hablar: los chapines. Su característica especial es que traen reminiscencias de los altos coturnos griegos y romanos, por lo tanto, se distinguen por las planchas, casi siempre de corcho que dan distintas alturas a las suelas. Es un calzado que hace las delicias de las damas sin importar la condición social. La historia del chapín lleva pegada cual si fuera su sombra la constante diatriba de los Santos Varones y de los escritores  metidos a moralistas y satíricos.

     Se ceban con el chapín como lo han hecho con los afeites y vestidos y como en esos casos vierten las mayores violencias e injurias, así como los versos más mordaces  van a parar a la mujer, eso sí, casi siempre de menor condición que trata mediante la apariencia de ganar estamento, aunque en realidad pretenden estar a la moda sin importar sacrificio. Sucede, que los chapines nacen para ser zapatos de casta y no masivos. Los mejor plantados y con mayor ornamento los adquieren las damas de alcurnia, pues la nobleza pretende para si los chapines. Los hombres de la Iglesia  refieren a Horacio, quien apunta a que fue Esquilo el que sugirió que las mujeres llevaran coturnos y los mandó fabricar de palo para que desde tal altura fuera mejor visto y paladeado el porte altivo de las griegas en sus paseos por las calles de Atenas. A ello los adalides de la moral cambian el sentido y concepto de la frase.

     De tal manera suponen que el peso de las suelas era para que las andariegas se quedasen quietas y cansadas, traen para el caso a san Ambrosio que llamaba a estos zapatos grillos de las mujeres. Claro que la mujer no se arredra y usan el corcho que pesa menos que el palo. Así los chapines llevan corcho desde su nacimiento por España, que para tan alta ocasión se hallan los mejores alcornoques. Esto, claro, las torna más dueñas de si mismas, más andariegas y más suaves al andar, pues la española suma el garbo que la caracteriza. Con chapines, lejías y ungüentos parecen la gracia plena: altas, blancas y rubias. Desde el púlpito los gesticulantes moralistas exclaman que por la mañana, al levantarse, quitado lo fingido, son bajas, descoloridas, calvas y verdinegras. Lejos en el tiempo, Juvenal, también se reía de estas mujeres que se “suben” a los chapines para parecer más altas. (2)

     Quizás sin que los moralistas cayeran en la cuenta, lo cierto era, que desde tal altura parecían más graves y etéreas y hasta quizás en el fondo se sintieran más cerca de Dios. Por lo demás por aquellos tiempos eran de baja estatura y no es extraño se suban al chapín pues las altas gozaban de gran estima. Ya para Aristóteles, la talla alta formaba parte de la belleza, mientras que Cátulo no tiene en cuenta los cánones y cuando habla de Quintia que a muchos parecía hermosa por su altura, él la ve sin gracia y desabrida. Por el contrario en el Cantar de los cantares, el esposo  mide la belleza de su esposa porque semeja una palmera en altura y gracia. Diana cazadora llevaba una cabeza a las demás mujeres y de alta estatura eran los dioses y la Galatea de Ovidio.

     El prestigio del que gozaban los chapines se puede entrever en costumbres de las capas acomodadas.  Cuando las princesas contraían matrimonio y llegaban a reinar, las ciudades, pueblos y villas, correspondía con “el chapín de la reina” regalo del que participaban todos los habitantes censados y que basta para tener conciencia de tal costumbre leer los Libros de Alcabalas de cualquier villa y encontrar asentadas las cuotas que pagan, que es lo que ilustran los cargos y descargos de “la quenta deloficio dela sisa desteaño de1692” (3) del pueblo natal de quien escribe, Ortigosa de Cameros, en La Rioja:

Chapín     Porotracarta depago definiquito deLos siette
Tercios del Chapin dela Reynanra sseñora, ciento
Yquarenta Yquatro  Reales Ydoze maravedis
………………….144

Ydem           Mas seleabonan ochenta y cinco Reales Yquartillo
De fin depago desatierra deortigosa del chapin
Dela ReynaNuestra Señora, YestaCantidad YLa dea
Irua, es comobadicho defin de pago dedicho Servi
cio deque Exiuio ydió carta depago
……………………………8514

     El gran rey Felipe II también es padre y se preocupa de los chapines de sus hijas. Entrañables detalles surgen de las cartas que les escribe desde Portugal. En la XXXI les hace saber que les envía tres meninas, es decir, adolescentes destinadas a servirlas, y apunta al conocimiento sobre el tema al dudar de la edad que pudieran tener, pues “y no me parecen muy meninas, aunque no traen chapines”. La acotación del rey se debe a que los chapines los calzaban cuando eran “señoritas”. En la carta XVI se preocupa por la altura de los corchos, al referirse a la altura de las hijas, pues de su crecimiento se ocupa en buena parte de las cartas: “Devéis de aver crecido harto, pues me dice que vos, la mayor, estávades mayor que ella con chapines”.(4) La madre de estas destinatarias doña Isabel de Valois posee una extensa y selecta colección  de toda clase de zapatos, a la sazón, mujer de una elegancia sin par, como se puede atestiguar penetrando con cierto sigilo en su cámara.

     Mas siete pares de chapines, e quatro pares de botillas, tásose el par de chapines a
8 rs., el de botillas a siete rs.
Mas siete pares de zapatos, de terciopelo de colores, cairelados con oro e plata, tásose en dos ducados cada par.
Dos pares de çapatos de terçiopelo negro, que son de los que llaman de brazete, con
las suelas de alpargate en 18 rreales y medio.
Vn par de botillas de cordoban.
Vnos alpargates valençianos de muger, de cuero, con vnas cintas de seda amarilla y vnos clavillos en ellos de oro esmaltado.
Vna bolsa de terciopelo negro en que se llebaban los chapines quando  Se Magestad
Iba fuera
.(5)

     Y los cordobanes colorados hacían alarde de su ancestral fama y a no dudarlo era el color preferido de Magdalena la enana predilecta de Felipe II y de sus hijas y como en tantas oportunidades le regalan por 1568 “vnos zapatos de cordobán colorado de dos suelas” Por lo regular los enanos, enanas y bufones de mayor aprecio por parte de los reyes gozaban de dos y hasta tres pares de zapatos por mes. Pero lo cierto es que este calzado se hace cada vez más lujoso y desenfadado y lleva a Felipe III en la Pragmática del 2 de junio de 1600, a prohibir “que ninguna mujer que anduviese en zapatos pueda usar ni traer verdugados, ni otra invención, ni cosa que haga ruido en las basquiñas, y que solamente puede traer los dichos verdugados con chapines que no bajen de cinco dedos”.(6) De donde se desprende que a los moralistas les desazona hasta el ruido con que se “anunciaban” al caminar, rozando en meditado ademán el chapín con el ruedo de las basquiñas.

     También Felipe III habla de los chapines en las cartas que dirige a su hija Ana, reina de Francia, y que al parecer los aires franceses le hacían bien pues “seguía creciendo”, que demuestra que por imperativos de estado se las sacrificaba cuando ni siquiera tenían osificados la mayoría de los huesos. El 17 de febrero de 1617 escribe, “bien me parece que váis creciendo, pues queréis bajar  el chapín, yo los enviaré con el primer correo, de seis dedos como lo pedís”. Doña Ana pide a España los chapines porque gozaban de bien merecida fama por su terminación, ornato, calidad del corcho y porque los mejores se fabricaban en Valencia, dado que en otra carta del mismo año  escribe Felipe III, “también en la carta que me trajo Pernía me pedís que os envie Chapines y para que sean buenos, hemos enviado a Valencia para que nos los envien, y en llegando los enviaré”. (7)

     La Pragmática del tercer Felipe no se cumplió, como era habitual, y treinta y nueve años más tarde Felipe IV  llamaba la atención sobre lo mismo  en el Pregón del 13 de Abril de 1639. Durante el reinado de este rey, uno de los más suntuarios, este calzado se confeccionaba con ricas telas y singularmente con abuso de seda, principalmente tabí, que era una seda especial. Sin embargo, eran los tacones los que llamaban  la atención de los censores, dado que recubrían los corchos unas “virillas” y hebillas de oro o plata y en modelos de mayor riqueza iban engarzadas piedras preciosas. Este calzado causa furor y las tiras de cordobán, plata seda o paño hacen estragos entre los moralistas. El Diccionario de Antigüedades los describe como de tres o cuatro corchos y hay damas, singularmente estridentes que los portan de hasta doce y trece corchos. Tirso de Molina se ocupa reiteradamente de este calzado de forma sarcástica e  irónica.

Chapines he visto yo/ de corcho y altura tanta,/que a una enana hacen giganta.(8)

     Al igual que el antiguo coturno, no solo les aumentaba la talla, sino que las elevaba de escala social. Se buscaba distinción por medio de la elegancia y estas damas se hallaban por encima de las que calzaban chinelas de menores recursos económicos. Lope de Vega hace un juego entre chapines y chinelas cuando las familias vienen a menos:

De altos chapines vengo /a chinelas con listones.(9)

     Muchas mujeres al caminar con tantos corchos se enredaban en ellos y desde semejante altura daban pomposamente en el suelo, pero en otras ocasiones se valían de una aparente caída como artimaña para llamar la atención de algún transeúnte al cual pretendían y provocaban, y éste muy galán acudía solícito a levantarla, aprovechando para intercambiar billetes con promesas  de citas.

Suele torcerse en la calle
alguna dama el chapín
y ella detenerse, a fin
de que llegue a enderezalle
sin reparar en el talle
.(10)

     Bastantes y variadas eran las calzas y medias, en calidad y cantidad de colores y telas. Las capas populares usaban paños de estambre, denominadas cordellate. Las de mayor precio y muy estimadas se fabricaban con una felpa que semejaba terciopelo de sedosa suavidad. Llamaba la atención el terminado de hermosa complejidad por la manera en que el pelo de la trama quedaba a la vista. Pero no todo eran zapatos de ponleví y chapines, también existían las zapatillas que llevaban las niñas y las mozas sin capital. Muchas de estas zapatillas venían perfumadas.

Que mayor infièrno q’ vnos zapatos depolevi, ò palillo, con tanta profanidad, que los aforran en tafetan, acayrelados, y cosidos con hilo de oro, y seda? …Què mas perdicion que ayan llegado… a ponerse medias de enrrollar como los hombres… Què mas perdición que ponerse zapatos de vna oreja como los hombres y en lugar de cinta vn boton, y rosa de diamantes, que pudiera su valor ser dote para q’ vna donzella honrada, y Noble tomasse estado?... Què mayor irritacion a la torpeza para hazer zapatos de cuerecillo de ambar, y ponerle virilas de plata sobre la suela? …Què planchas de fuego para essos infernales pies? (11)

     Se puede columbrar que los Santos Varones no pierden detalle de la moda por más escondido que se halle, lo cual mantiene permanente sustento a las críticas, aunque las mujeres siempre se salieron por la tangente, cuando no de frente. El agua no llegó al río nunca y todo ello permite una fascinante entrada a la historia, distinta y bella.

 

(1) Cuentas de Gonzalo de Baeza Tesorero de Isabel la Católica. Ed. de Antonio de la Torre.  Madrid. 1955.
(2) Juvenal. Sátiras. Espasa-Calpe. Madrid.1965.
(3) 10/48/M/OR. Cuentas de las sisas.1692-1693. Archivo del Ayuntamiento de Ortigosa de Cameros.
(4) Cartas de Felipe II  a sus hijas. Prólogo de Elena del Portillo. Lepanto. Madrid. s/f.
(5) Amezúa y Mayo, Agustín de. Isabel de Valois Reina de España. 1546-1568. Madrid. 1949.
(6) Felipe III, Pragmática del 2 de Junio de 1600, sobre trages…
(7) Carta de Felipe III a su hija Ana, Reina de Francia (1616-1618). Publícalo Ricardo Martorell Téllez- Girón. Madrid. 1929.
(8) Molina, Tirso. El celoso prudente.
(9) Vega Carpio, Lope de. De los Tellos de Meneses. Valencia. 1769.
(10)Vega Carpio, Lope de. El desprecio agradecido. Madrid. 1804.
(11)Ezcaray, Fray Antonio de. Vozes del dolor nacidas de la mvltitud de pecados que se cometen por los trages profanos, afeytes, escotados, y culpables ornatos. Sevilla. 1691.

 

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