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La Edad Media comienza tras la caída del imperio romano en el siglo V y termina en el siglo XV tras una grave crisis iniciada en el siglo XIV.
Las invasiones y asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio romano cambió a Europa completamente, se instaló una cultura primitiva, pero sin que se perdiera del todo la anterior, mucho más evolucionada.
En el siglo IX, la llegada al poder de la dinastía carolingia supuso el inicio de una nueva unidad europea basada en el legado romano, puesto que el poder político del emperador Carlomagno dependió de reformas administrativas en las que utilizó materiales, métodos y objetivos del extinto mundo romano.
Su calzado, según la clase social, eran las sandalias , los zuecos , los borceguíes y los zapatos muy puntiagudos e incluso las mismas calzas, que a menudo llevaban adheridas al pie unas suelas puntiagudas y largas. En la Edad Media, hombres y mujeres usaban zapatos de cuero muy semejantes a las zapatillas.
Los hombres también usaban botas altas y bajas. El material predominante era el cuero de vaca, pero también las había de cabra, de mayor precio. Con el auge de los artesanos apareció mayor variedad de modelos que adquiría la burguesía, mientras que la clase pobre usaba zuecos de madera, muy durables. Las botas de los nobles eran de piel y seda bordadas con piedras preciosas o perlas. Ya intervenía un criterio estético.
En el siglo IX las “poulaines” o “crackowes” fabricados en la ciudad de Cracovia, en Polonia, comenzaron a difundirse entre los hombres de España, Inglaterra y Alemania. La moda masculina fue determinando que la punta de los zapatos se fuera estilizando y alargando cada vez más; algunos llegaron a tener puntas de 18 pulgadas, que entonces se doblaban hacia arriba y se amarraban al tobillo.
En el siglo X se producen las invasiones de los vikingos procedentes del norte y por los magiares de las estepas asiáticas.
Hacia mediados del siglo XI Europa se encontraba en un periodo de evolución desconocido hasta ese momento. La época de las grandes invasiones había llegado a su fin y el continente europeo experimentaba el crecimiento dinámico de una población ya asentada. Renacieron la vida urbana y el comercio regular a gran escala y se desarrolló una sociedad y cultura que fueron complejas, dinámicas e innovadoras. Hacia el año 1000 tiene lugar un renacimiento del calzado, que con el ascenso de la burguesía se torna más refinado. El artesano zapatero logra una alta consideración social en la última etapa de la Edad Media, siendo también un elemento dinamizador de la economía. Sus productos, sin embargo, podían ser bastante incómodos y extraños. El zapato puntiagudo, empeine sujeto con hebillas y cordones, fue el zapato característico del último tercio de la edad media. A principios del siglo XIII, el calzado masculino adopta tres formas principales: botas de cuero que llegan hasta la rodilla, los típicos zapatos a la altura del tobillo, y la todavía inusual, pero práctica, innovación de combinar las calzas con una suela de cuero, haciendo innecesarios los zapatos. Las punteras largas y puntiagudas son características. Los colores más populares son el tostado, el canela, el púrpura, el amarillo, el rojo, el negro y el verde.
1300-1450 –Gran Bretaña- Polaina de cuero
El rey de Francia Carlos V, en 1364, prohibió que se hiciera este tipo de calzado, pues habían llegado a la exageración, a pesar de ello la moda no decayó. Felipe el Hermoso en Francia y Eduardo III de Inglaterra decidieron, a principios del siglo XIV establecer varias medidas sobre la punta de las polainas para distinguir las jerarquías sociales: a las de un príncipe correspondían puntas de más de dos pies de largo; a las de un barón, de dos pies; a las de un caballero, de pie y medio, y a las de la gente del pueblo de medio pie solamente.
En el siglo XIV, el Rey Eduardo III se vio obligado a emitir un decreto en el que se limitó la longitud de las puntas a tan solo 5 cm. porque las descomunales puntas de los zapatos ingleses constituían un verdadero peligro. Para caminar, era necesario amarrar las puntas a la cintura con un cordón de seda porque medían hasta 50 cm. Carlos VIII tenía los pies tan deformes que no podía usar esas polainas puntiagudas, así que simplemente las prohibió, ordenando el uso de zapatos anchos, cuadrados o redondeados. Aparecieron entonces unos zapatos semejantes a las zapatillas actuales de ballet, cuya punta poco a poco fue haciéndose más ancha y cuadrada, generalmente sin taco, con cordones o correas. A esos zapatos anchísimos se los llamó "pico de pato", “morro de vaca”, o “pata de oso” y tenían suela de cuero y empeine de terciopelo.
A fines del siglo XV se generaliza su uso en el norte de Europa. Ese zapato se convirtió en modelo básico para todas las clases sociales de entonces. De esta forma, el movimiento que se mostraba contrario a los zapatos cortesanos de pico llegó también a extremos similares, pero, a pesar de su forma casi cuadrada, resultaban más bien incómodos. Su formato no se adaptaba a la forma del pie; además, se confeccionaba con varias con varias capas de piel muy dura, incluso con abultamientos parecidos a cuernos en las punteras -de ahí otra de sus denominaciones “zapatos de cuernos”, por lo que difícilmente cedían a las flexiones del pie. Otra de las características de los zapatos del Renacimiento fue la apertura que tenían en la parte superior, para que las medias blancas fueran visibles hasta la altura de los dedos.