Estaba un pescador junto a la orilla de un hermoso lago donde la pesca era sumamente abundante. Cómodamente sentado sobre una silla apropiada, mantenía su caña en posición de pesca. Su caña era muy particular: no tenía tanza. Así, tranquilamente sentado, mantenía su caña mientras una abundante cantidad de peces pasaba cerca de la orilla. Hermosos ejemplares de distintos tamaños y colores iban y venían, mientras él no les prestaba atención.
De pronto, la calma de esa escena es interrumpida bruscamente por la aparición de unos amigos que al acercarse le preguntan asombrados:
- ¿Cómo puedes pescar esos peces si tu caña no tiene tanza ni anzuelo? ¿Te has vuelto loco? ...
El pescador, girando su cabeza para mirarlos, les responde tranquilamente:
- No...¿por qué?
- ¿Cómo vas a pescar sin tanza y sin anzuelo? le dice uno de sus amigos.
- Es muy sencillo, como necesito tranquilidad y me gusta la pesca, vengo a pescar sin tanza ni anzuelos, de esa manera, yo hago lo que me gusta, y lo hago sin ninguna preocupación. No me importa si el anzuelo tiene carnada o no, tampoco me importa si los peces pican o no, pues sé de antemano que no voy a pescar nada. De ese modo, yo no estoy preocupado por los peces, ni ellos están preocupados por mí. De la misma manera, en muchos momentos de mi vida cotidiana, hago con mis pensamientos lo mismo que hago con los peces, no trato de pescarlos a ellos para evitar que ellos me atrapen. Dejarlos pasar, para que ellos me dejen libre.


David Ghelman

LA CAÑA DE PESCA SIN HILO