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Madre,
yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
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¿A
quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero. |
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Nació en Madrid en el mes
de septiembre de 1580. Su padre, hombre culto e inteligente, secretario
de la princesa María de Austria, fallecería al poco tiempo.
Físicamente sufría una leve cojera por deformación
de los pies y su exagerada miopía lo obligaba a llevar anteojos.
Estudia, con la alta sociedad de su tiempo, en el colegio Imperial de
los jesuitas. Posteriormente ingresa a la universidad de Alcalá
de Henares, donde conoce al duque de Osuna. En esta época se
imprime su primer soneto, un elogio a Lucas Rodríguez, y aparecen
sus primeras obras en prosa. Destaca por su viva inteligencia, aprendiendo
diversas lenguas: griego, latín, árabe, hebreo, francés
e italiano. Se le considera en su tiempo como el español que
más idiomas extranjeros hablaba.
En los primeros años del siglo XVII pasa a estudiar a la universidad
de Valladolid, coincidiendo con la salida de las prensas de la primera
parte de Don Quijote de la Mancha de Cervantes.
Pedro Espinosa incluye en su antología "Flores de poetas
ilustres" algunos poemas de juventud de Quevedo. Por esa época,
el autor satírico que sería después, ha empezado
a componer sus primeros escritos jocosos o burlescos.
Entre 1603 y 1608 escribe la que sería su obra cumbre "El
buscón". En la misma época traduce a Anacreonte y
trabaja en dos colecciones de poemas.
Su amigo de colegio, el duque de Osuna, es nombrado virrey de Sicilia,
y Quevedo parte con él al sur de Italia, como su consejero. A
este alto funcionario le dedicará un relato: "El mundo por
de dentro". Al caer en desgracia el duque, Quevedo sufre las consecuencias
políticas del cambio, siendo encarcelado en Uclés (Cuenca)
y más tarde, aquejado de enfermedad grave, es llevado a su finca,
la Torre de Juan Abad. Aprovecha para preparar en su confinamiento "Política
de Dios y gobierno por Cristo". Restablecida su salud y levantada
la condena de privación de libertad vuelve a la actividad política.
En 1623 se desplaza a Andalucía en calidad de cronista en la
expedición de defensa contra los ingleses.
Al morir Felipe III, Felipe IV asciende al trono de España y
nombra al conde-duque de Olivares como una de las personas de más
confianza de su Consejo. Francisco de Quevedo se apresura a dedicarle
a este nuevo e importante funcionario su "Epístola satírica
y censoria" con clara intención de ganarse su aprecio y
volver a la actividad política bajo su protección.
Mientras tanto, vuelve a recluirse, esta vez voluntariamente, en su
Torre de Juan Abad y aprovecha para dar a la imprenta textos escritos
con anterioridad. En 1631 publica algunas de las obras burlescas de
su juventud, bajo el título de "Juguetes de la niñez
y travesuras del ingenio".
Escribe un libelo satírico titulado "El chitón de
las tarabillas" (en el que defiende la desastrosa política
monetaria del conde-duque de Olivares), que le hace ganar el aprecio
de Felipe IV que le nombra su secretario.
Coincidiendo con la grave crisis económica que desencadenó
la política del conde-duque, cae en desgracia por segunda vez,
debido a las intrigas de la Corte y en 1639 es detenido y encarcelado
nuevamente, esta vez en el convento de San Marcos de León, donde
pasa mil penurias durante cuatro años.
Dentro de su obra satírica se encuentran "La culta latiniparla",
"Epístola del caballero de la tenaza" y "Los sueños".
Estos últimos comprenden los siguientes relatos: "El sueño
de las calaveras", "El alguacil alguacilado", "Las
zahurdas de Plutón", "El mundo por de dentro",
"Visita de los chistes" y "La hora de todos y la Fortuna
con seso".
Su contemporáneo Cervantes, nos legó una obra que, al
crecer en prestigio y fama, ensombreció la persona del autor;
en cambio con Quevedo ocurre exactamente lo contrario: su fuerte personalidad
hizo que su obra se viera desdibujada, ante su propia leyenda.
Quevedo ha sido uno de los grandes genios de la literatura en habla
castellana, Borges lo compara con Mallarmé y Joyce. Su capacidad
para valerse del lenguaje es difícilmente superable.
La primera biografía que se escribe sobre Francisco de Quevedo
es la de Pablo Antonio de Tarsia, en 1663, donde ya se resalta el carácter
satírico de gran parte de su obra. Al decir de J.M. Blecua, su
vida osciló entre una visión sarcástica o burlesca
de la realidad, y una visión muy estoica y senequista de la existencia.
Fue capaz de cultivar una poesía popular, a ratos chocarrera
y tabernaria, satírica y burlesca, al mismo tiempo que escribía
una poesía llena de belleza formal, o prosa culta y metafísica.
Buena muestra de este segundo aspecto de su obra, serían "La
cuna y la sepultura", "La política de Dios" y
muchos sonetos profundos y trascendentes.
Quevedo es el máximo representante de la corriente "conceptista",
frente al "culteranismo" de Góngora, que no se libró
de algún poema satírico.
Pero lo que es verdaderamente interesante en Quevedo es su lenguaje
casi moderno, utilizando vocablos, a diferencia de Cervantes, que no
se han quedado obsoletos, que se continúan utilizando con toda
su fuerza expresiva. Su lectura, por tanto, se hace fácil, y
su estilo sorprendente por lo actual.
Valgan algunos ejemplos que hoy pueden ser oídos en cualquier
patio de colegio, bar o parada de autobús: "mojones"
("el culo hace mojones"), "pendejos" ("población
de pendejos"), "gorreros" ("gorreros, hospedándose
más de lo que fuere razón en casa de los amigos"),
"a escote" ("niño/ que concebiste a escote/ entre
más de veinte y cinco") y otros muchos que podríamos
seguir citando. Igualmente se encuentran en su prosa vocablos que se
mantienen en determinadas zonas de Andalucía y América,
perfectamente actualizados, como "cabe" por zancadilla, "coima"
por soborno, etc.
Quevedo era un hombre desengañado de muchas cosas, entre otras
de las mujeres, a las que deseaba alegres, pero a ser posible "sordas
y tartamudas". Muchas veces se refiere a ellas de forma despectiva
y a juzgar por su temática, más que frecuentar círculos
familiares, conoció los ambientes prostibularios y marginales
de su época, a los que llegaba atraído por el sexo pero
dominado por su misoginia.
Fallece en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) en 1645. |